El mozo de cuerda

Mozo de cuerda 1925

Se podría pensar que el  mozo de cuerda, también llamado “soguilla”, debería de ser fuerte, muy fuerte y con unas espaldas lo suficientemente anchas para soportar sobre ellas el volumen y peso de los bultos que portaban, incluso a veces suplían los servicios de algún que otro animal que tuviera ese cometido. Porque ese era su oficio, acarrear y transportar trastos o todo aquello que se les pidiese por la ciudad de Madrid, a cambio de una pequeña cantidad de dinero.

Según una referencia de 1815, se describe a los soguilla como: «Son en general gente muy honrada y de quien se puede fiar los mozos de cordel que sirven para llevar y traer muebles, y se hallan habitualmente en las esquinas de las plazas y plazuelas. El precio se concierta con ellos antes, según el volumen y peso de los objetos y las distancias que tienen que andar.»

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En la Puerta del Sol

Y si su oficio era el de transporta cosas, ¿cuál podría ser el punto más adecuado a estos menesteres?. Efectivamente, amigos de MAD Experiencias, lo habéis adivinado: la Puerta del Sol. En el mismo centro de esta parte de nuestra ciudad se apostaban a la espera de algún cliente o solicitante que tuviera necesidad de sus servicios. El mismo Edmundo de Amicis en su obra La Spagna (1872) escribe: «Voces de ¡fuera! a los mozos de cuerda que atropellan…» Y parece cierto que absortos en su carga y traslado no daban en reparar si con los bultos colgados sobre sus amplias espaldas golpeaban a los transeúntes y esa misma carga les impedía divisar la cercanía de un carruaje o del propio tranvía.

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«Son en general gente muy honrada y de quien se puede fiar los mozos de cordel que sirven para llevar y traer muebles, y se hallan habitualmente en las esquinas de las plazas y plazuelas (…)»

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Profesión de riesgo

Su profesión era considerada como “de riesgo” entre los sanitarios dado que podrían contraer cualquier tipo de enfermedad infecciosa en el ejercicio de sus servicios, ya que el contacto con objetos viejos, ropas y bultos sucios les exponían a todo tipo de enfermedades y a su contagio. En este grupo de riesgo se encontraban también relacionadas las lavanderas, los albañiles y los aguadores. Durante la epidemia de cólera de 1855, de las 878 personas afectadas en la primera estadística, 53 eran soguillas.

El cronista de Madrid por excelencia, Ramón de Mesonero Romanos, describía a los mozos de cuerda en su «Manual Histórico-Topográfico de Madrid», publicado en 1844: «Los robustos mozos de cordel, que se hallan en las esquinas de las calles, aunque toscos sobremanera, sirven para conducir los efectos y hacer toda especie de mandados, lo cual ejecutan con bastante exactitud y notable probidad, pagándoles de dos a cuatro reales por cada mandado.»

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La imagen

Sin embargo, y a pesar de que el ilustre Mesonero Romanos describe a los soguilla con estos adjetivos, algunas de las imágenes que nos han llegado de aquellas épocas, no se corresponden con personas de aspecto fuerte y preparadas para la carga y acarreo de grandes cantidades de peso, más bien al contrario. En la que inicia nuestra entrada  de hoy, podemos observar que es una persona de avanzada edad, de aspecto fatigado y poco corpulento. Tocado con una gorra de visera y sobre el hombro un amasijo de cuerdas, lleva un chaquetón oscuro, probablemente de pana, que acompaña a los anchos y ajados pantalones que le facilitaran los movimientos. El protagonista de la fotografía calza unas curvas y curtidas botas que, posiblemente, hayan sido reparadas en multitud de ocasiones después de centenares de kilómetros paseados por la capital.

 

 

Los nuevos soguillas

Llegado el último tercio del siglo XIX, una compañía inglesa crea en Madrid un servicio de mandaderos públicos para reemplazar o complementar a los mozos de cuerda que en la época transitaban por las calles de nuestra ciudad  sin mayor protección social que el dinero que recaudaban y alguna que otra propina.

Esto nuevos soguillas tenían el “privilegio” de ir uniformados con blusa de tela gris, pantalón y gorra azules en la que se podía observar un cordoncillo rojo y una inscripción: «M.P.» (mandaderos públicos) y un número de orden. Se les proveía de los útiles apropiados para tan dura ocupación: bandoleras, cuerdas, parihuelas y otros utensilios que ayudaran en su trabajo.

Y es que, amigos de MAD Experiencias, el progreso es eso, progreso, y afortunadamente hace que ocupaciones tan duras y difíciles como esta, hayan desaparecido.

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