La Rebelión de las Mantillas: Un desplante muy español a unos reyes extranjeros

Nos encontramos una vez más con vosotros, amigos lectores de nuestro blog, para adentrarnos en la historia de Madrid. En esta ocasión navegaremos por el convulso siglo XIX, concretamente en uno de los episodios más surrealistas (por lo inusual de la situación) que se han vivido en nuestra Historia Moderna.

Muestra de insatisfacción

Madrid, 1871. Las damas de la alta sociedad madrileña, con su porte elegante y una arraigada defensa de las tradiciones, protagonizan una curiosa y elegante protesta que pasó a la historia como la Rebelión de las Mantillas. ¿Quién lo hubiera imaginado? Lo que empezó como una mera muestra de descontento terminó por convertirse en un fenómeno simbólico que, aunque pacífico, sacudió la imagen de la joven monarquía de Amadeo I de Saboya y su esposa, María Victoria dal Pozzo.

Pero, ¿cómo unas simples mantillas consiguieron lograr tal impacto? Vamos por partes.

Un rey extranjero, una reina desconcertada y mucho descontento

El trasfondo de esta historia comienza con la Revolución de 1868, también conocida como La Gloriosa, que puso fin al reinado de Isabel II y la mandó al exilio. Tras ese caos político, España decidió buscar un nuevo monarca en tierras extranjeras y encontró a Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel II de Italia, quien subió al trono en enero de 1871. A los pocos meses, su esposa, María Victoria dal Pozzo, llegaba para asumir su rol como reina consorte.

España decidió buscar un nuevo monarca en tierras extranjeras y encontró a Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel II de Italia

Sin embargo, la llegada de estos monarcas italianos no fue recibida con el entusiasmo que se podría esperar de una realeza recién estrenada. La aristocracia madrileña y gran parte del pueblo no estaban para nada contentos con la idea de tener que rendir pleitesía a unos soberanos extranjeros. Es más, los rumores sobre la reina, algunos muy crueles, no tardaron en correr, como aquel que aseguraba que era hija de un cardenal y una prostituta. Con ese ambiente enrarecido, la tensión crecía entre los sectores monárquicos que aún añoraban la vuelta de los Borbones, especialmente el joven príncipe Alfonso, futuro Alfonso XII.

El plan de la duquesa rusa: españolidad al poder

En este clima de descontento, una figura clave emerge: la duquesa Sofía Troubetzkoy, una aristócrata de origen ruso, esposa del influyente duque de Sesto, exalcalde de Madrid, y ferviente defensora de la causa borbónica. Fue ella quien ideó una forma peculiar pero efectiva de expresar el rechazo hacia la nueva reina: una manifestación simbólica protagonizada por la tradicional mantilla española.

El plan era simple, pero con un claro mensaje: que las damas de la aristocracia acudieran a los paseos del Paseo del Prado luciendo mantillas en lugar de los sombreros de moda. La mantilla, una prenda muy española y cargada de simbolismo, representaría el rechazo a la reina extranjera y el apoyo a la causa borbónica. Para ello, Sofía quería asegurarse de que la protesta tuviera el mayor eco posible, así que empezó a animar a todas las mujeres que pasaban por su palacio de Alcañices (donde se levanta hoy el Banco de España): «Mañana espero verla en el paseo con mantilla», les decía.

Sofía Sergeïevna Troubetzkoy o Trubetskói (Moscú, 25 de marzo de 1838-Madrid, 27 de julio de 1898)

El 20 de marzo de 1871, con sus mejores galas, joyas y mantillas blancas, Sofía y un grupo de damas salieron a pasear en sus carruajes por el Paseo del Prado. Aunque el tiempo no acompañó y la afluencia fue escasa aquel primer día, al siguiente todo cambió: el buen clima y la difusión del plan hizo que muchas más damas se unieran al desfile, transformando el paseo en una manifestación pública de elegancia, tradición y, por supuesto, descontento.

El “Paseo de las Mantillas” y la reacción de la reina

Para la tercera tarde de desfiles, la expectación era tal que una multitud de curiosos se agolpaba en la calle para presenciar el «espectáculo». Incluso los reyes Amadeo y María Victoria pasearon por el Prado, encontrándose con un mar de mantillas blancas y negras, adornadas con encajes finos y sujetas con alfileres de la flor de lis, símbolo de los Borbones. La reina, un tanto desconcertada, llegó a pensar que era una costumbre primaveral usar mantilla en Madrid y, para no desentonar, comentó al rey que al día siguiente ella también se pondría una.

Sin embargo, pronto le explicaron que no, que aquello no era una moda primaveral, sino una protesta en su contra. A partir de entonces, la reina quedó profundamente dolida y, aunque pensó en participar con una mantilla para suavizar la situación, finalmente optó por no aparecer en los paseos.

Una burla escandalosa como respuesta

Con el creciente revuelo en torno a la protesta de las damas madrileñas y la humillación sufrida por la reina María Victoria, el gobierno decidió actuar, pero, lejos de recurrir a la violencia, la respuesta vino en forma de burla. Aquí es cuando entra en escena un curioso grupo de agitadores llamado la Partida de la Porra, conocidos por su habilidad para crear escándalos. Liderados por Felipe Ducazcal, un empresario teatral, y animados por Manuel Ruiz Zorrilla, ministro de Fomento, y Sagasta, ministro de Gobernación, idearon un plan para ridiculizar a las aristócratas.

¿Su estrategia? Contrataron a prostitutas, las vistieron con mantillas y peinetas, y las pasearon por el mismo Paseo del Prado, mezclándolas entre las damas de la alta sociedad. Además, parodiaron al duque de Sesto, esposo de Sofía, con un actor que llevaba sombrero de copa y grandes patillas postizas. La aristocracia, horrorizada por la posibilidad de ser confundida con mujeres de vida alegre, dejó de pasear con sus mantillas. Y así, de una forma tan ingeniosa como humillante, se dio fin a la Rebelión de las Mantillas.

¿El fin de la rebelión o el principio del fin?

Aunque la burla de la Partida de la Porra puso fin a los desfiles, el episodio de las mantillas fue un reflejo de las profundas divisiones y tensiones que vivía España en ese momento. El reinado de Amadeo I no duraría mucho más: en 1873, apenas dos años después de estos hechos, abdicaría el trono, incapaz de lidiar con los constantes conflictos y descontentos de la sociedad española. Poco después, España proclamaría la Primera República.

Así es como, amigos de MAD Experiencias, aquel breve paseo de mantillas quedó grabado como un símbolo de resistencia y de la compleja relación de España con su identidad, su monarquía y sus tradiciones.

Os dejamos una interesantísima conferencia de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, sobre la historia de la mantilla y el famoso lenguaje de los abanicos que empleaban las señoras de la época.

Jaime de Oro

Historiador y periodista

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