Todos conocemos a Willy Wonka, ese excéntrico fabricante de chocolate que hizo realidad los sueños de los niños (y de muchos adultos también). Pero, ¿y si te dijera que en el Madrid del siglo XIX hubo un Willy Wonka de carne y hueso? Un genio del chocolate, un empresario revolucionario y, además, gallego. Su nombre era Matías López y su historia real es digna de una película de Hollywood.
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El dulce comienzo
A mediados del siglo XIX, el chocolate ya era un vicio en Europa. Todo había empezado en el siglo XVI, cuando los españoles lo llevaron del Nuevo Mundo y lo convirtieron en una bebida de lujo para la nobleza. Con el tiempo, el chocolate en taza se volvió más asequible y conquistó todos los estratos sociales. Luego, en Inglaterra, aparecieron las primeras tabletas de chocolate, marcando el inicio de la industria chocolatera. Y ahí, en medio de esta revolución, estaba Matías López.
De humilde comerciante a magnate del chocolate
Matías López llegó a Madrid en 1844 desde su Sarria natal. Sin estudios formales, pero con una determinación envidiable, se matriculó en clases nocturnas de francés, administración y matemáticas, mientras trabajaba en una tienda de ultramarinos que hacía su propio chocolate. Allí fue donde nació su pasión por el cacao y su deseo de innovar.
Con esfuerzo, ahorró 6.000 reales y, en 1851, abrió su propio obrador en la Calle de Jacometrezzo: “Chocolates y Dulces Matías López”. Su estrategia de marketing era tan rudimentaria como brillante: enviaba a su esposa y amigos a las tiendas de comestibles a preguntar por su chocolate. Días después, Matías aparecía con su producto y los tenderos, ya intrigados, se lo compraban sin dudarlo.
El salto industrial
Decidido a mejorar la producción, Matías viajó por Europa en busca de las mejores tecnologías. Incorporó maquinaria a vapor y en 1861 abrió una nueva fábrica en la Calle de la Palma 8, donde llegó a producir 5.000 kilos de chocolate al día. En poco tiempo, se convirtió en el mayor fabricante de chocolate de España y proveedor oficial de la Casa Real.
Publicidad pionera: Los gordos y los flacos
Matías López fue también un visionario del marketing. En una época donde el 50% de la población era analfabeta, entendió que su publicidad debía ser visual. Así nació el famoso cartel “Los gordos y los flacos”, diseñado por el litógrafo N. González y el dibujante Francisco Ortego Vereda. En él se veía a dos personajes antes y después de comer chocolate: primero delgados y tristes, luego gordos y felices.
El impacto fue brutal. Matías explotó la publicidad como nadie antes en España: anuncios en prensa, tarjetas, cromos, calendarios… hasta un pasodoble promocional. Un pionero total.

«Matías López fue también un visionario del marketing. En una época donde el 50% de la población era analfabeta, entendió que su publicidad debía ser visual. Así nació el famoso cartel “Los gordos y los flacos”, diseñado por el litógrafo N. González y el dibujante Francisco Ortego Vereda. En él se veía a dos personajes antes y después de comer chocolate: primero delgados y tristes, luego gordos y felices.«
La fábrica de El Escorial
Con el negocio en auge, en 1874 Matías trasladó su fábrica a El Escorial, en una antigua refinería de azúcar junto a la estación de tren. Creó un sistema de vías y vagones para optimizar el transporte de materias primas y producto terminado. Su fábrica fabricaba 8.000 kilos de chocolate al día y distribuía a 3.000 puntos de venta, incluidas las colonias españolas y varios países europeos.
Un empresario con conciencia social
Lo que Matías hizo por sus empleados fue revolucionario. Transformó la zona en una auténtica colonia industrial, la primera Ciudad Lineal de obreros en España. Construyó viviendas asequibles, un economato, panadería, fonda, casino, jardines, capilla, colegio y hasta un puesto de la Guardia Civil.
Además, instauró la jornada laboral de ocho horas con tres turnos, dio cobertura médica a sus trabajadores, planes de pensiones, educación gratuita para sus hijos y hasta créditos para comprar viviendas o montar negocios. En otras palabras, creó una versión adelantada de la Seguridad Social.
El legado de Matías López
Los chocolates Matías López fueron premiados más de 40 veces a nivel nacional e internacional. Su fundador se convirtió en Diputado Nacional, Senador Vitalicio y fue condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, entre otros honores. Cuando falleció en 1891, su empresa era una de las tres más importantes de Europa, solo por detrás de Nestlé y Lindt.
El Papa León XIII incluso otorgó a su viuda el título de Marquesa de Casa López en agradecimiento por su labor filantrópica. Sin embargo, después de su muerte, la empresa sufrió una mala gestión y en 1964 cerró definitivamente.

«El Papa León XIII incluso otorgó a su viuda el título de Marquesa de Casa López en agradecimiento por su labor filantrópica. Sin embargo, después de su muerte, la empresa sufrió una mala gestión y en 1964 cerró definitivamente.»
Un dulce regreso
En 2014, su tataranieto decidió recuperar la marca y volver a poner en el mercado los chocolates Matías López, como homenaje a su ilustre antepasado. Así que, aunque su fábrica cerró hace décadas, su legado sigue vivo.
Matías López no solo cambió la industria del chocolate en España, sino que también dejó una huella imborrable en la historia empresarial y social del país. Un auténtico Willy Wonka gallego, pero de carne y hueso, cuyo sueño de hacer un mundo más dulce se convirtió en una realidad.
Y tú, ¿conocías su historia?
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