Las ocho estaciones originales del Metro de Madrid: un viaje al pasado que transformó la ciudad

Madrid, 17 de octubre de 1919. Imagina una ciudad en la que el transporte dependía casi exclusivamente de tranvías y coches de caballos. Aquella jornada lluviosa y fría, los madrileños vivieron algo que cambiaría para siempre la manera de moverse por la capital: la inauguración del primer tramo del Metro de Madrid. ¡Y vaya revolución! Con sombrero de copa y un porte regio, Alfonso XIII encabezó el viaje inaugural desde la estación de Sol, recorriendo los 3,5 kilómetros que unían las ocho primeras estaciones: Cuatro Caminos, Ríos Rosas, Martínez Campos, Chamberí, Bilbao, Hospicio, Red de San Luis y Sol.

Ese día fue el inicio de una nueva era para la ciudad. El público general pudo disfrutar de este novedoso medio de transporte a partir del 31 de octubre de 1919, y las cifras del primer día fueron impresionantes: más de 56.000 pasajeros recorrieron la línea, sorprendiéndose por la rapidez (¡menos de diez minutos frente a los más de 30 del tranvía!) y lo cómodo del trayecto. Los vagones apenas vibraban y, lo mejor de todo, no había que preocuparse por el caótico tráfico de superficie.

Un sueño hecho realidad en tiempos difíciles

El proyecto de construir el Metro de Madrid no fue nada sencillo. Arrancó en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, lo que complicó la obtención de materiales. Pero el sueño salió adelante gracias a la visión y el esfuerzo de los ingenieros Miguel Otamendi, Carlos Mendoza y Antonio González-Echarte, con el apoyo del Banco de Vizcaya y del propio Alfonso XIII, que también puso dinero de su bolsillo. La empresa encargada de llevar a cabo este ambicioso proyecto fue la Compañía Metropolitana Alfonso XIII, de capital privado.

El día de la inauguración, la expectación era máxima. La línea 1 comenzaba su recorrido en Cuatro Caminos, uniendo el norte y el centro de la ciudad con velocidad y eficacia. Los billetes costaban 15 céntimos, un precio razonable que permitió que este nuevo medio de transporte llegara a una amplia parte de la población.

Esta imagen se volvió icónica porque, al ser la única disponible, tuvo que ser retocada manualmente: al rey Alfonso XIII le abrieron los ojos en la foto, y además se añadió la figura de Antonio González Echarte, uno de los ingenieros fundadores de Metro, quien aparece a su lado con gafas. Un curioso ejemplo de edición «analógica» en tiempos en los que el Photoshop ni se imaginaba. La de arriba, la original. La de debajo, la tratada.

Las ocho estaciones originales y sus curiosidades

Cada una de las ocho estaciones que formaron parte del tramo inicial tiene su propia historia y personalidad:

  1. Cuatro Caminos: La más profunda del trayecto original, con andenes a 45 metros bajo tierra. Hoy sigue siendo una de las más transitadas de la red.
  2. Ríos Rosas: Famosa por sus anuncios publicitarios de la época, conservados en los azulejos blancos que decoran la estación.
  3. Martínez Campos (ahora Iglesia): Cambió de nombre, pero mantiene el encanto de sus primeros días.
  4. Chamberí: Quizá la más emblemática de todas. Cerrada en 1966 porque no podía adaptarse a los trenes más largos, esta «estación fantasma» fue restaurada en 2008 y convertida en museo. Entrar en ella es como viajar al pasado.
  5. Bilbao: Un punto clave en el diseño original, que refleja la evolución arquitectónica del metro a lo largo de los años.
  6. Hospicio (hoy Tribunal): Otra estación que cambió de nombre, pero que sigue siendo un nudo importante en el centro de la ciudad.
  7. Red de San Luis (hoy Gran Vía): Renovada en varias ocasiones, pero siempre manteniendo su relevancia como una de las paradas principales del centro.
  8. Sol: El corazón del metro y de la ciudad. Desde aquí partió el viaje inaugural, marcando un antes y un después en la movilidad madrileña.

Chamberí, la estación fantasma

Chamberí tiene un lugar especial en el corazón de los madrileños. Cerrada en 1966 porque no podía ampliarse para adaptarse a los trenes más largos, esta estación se convirtió en una especie de «leyenda urbana». Durante décadas, los trenes pasaban sin detenerse, y los pasajeros podían vislumbrar fugazmente sus andenes y azulejos antiguos. En 2008, fue restaurada y abierta al público como museo, permitiendo a los visitantes experimentar cómo era el metro en sus primeros días. Los carteles publicitarios de cerámica, los bancos originales y el diseño arquitectónico intacto son un auténtico viaje al pasado.

El impacto del metro en la vida madrileña

La inauguración del metro revolucionó la vida cotidiana de los madrileños. Pasar de tardar más de media hora en cruzar la ciudad en tranvía a hacerlo en menos de diez minutos fue una auténtica revolución. Pero el impacto no fue solo práctico; también fue simbólico. El metro se convirtió en un símbolo de modernidad y progreso, y para muchos marcó el inicio de una nueva era en la que Madrid se posicionaba como una gran capital europea.

Un legado que sigue vivo

Hoy en día, recorrer las antiguas estaciones del metro es como hacer un viaje en el tiempo. Chamberí es una parada obligatoria para los amantes de la historia, pero también lo son lugares como Ríos Rosas, con sus azulejos y escudos originales, o Cuatro Caminos, que a pesar de su constante actividad conserva vestigios de sus primeros días. La exposición en la estación de Chamartín, que incluye trenes restaurados de las primeras décadas, también es un recordatorio fascinante de cómo ha evolucionado este sistema de transporte.

Con 105 años de historia, el Metro de Madrid ha crecido hasta convertirse en uno de los más extensos y modernos del mundo. Pero nunca está de más echar la vista atrás y recordar los humildes comienzos de este gigante del transporte, cuando ocho estaciones conectaban a una ciudad que comenzaba a soñar en grande.

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