Es cierto, el dinero no compra la felicidad, pero… ¿a quién no le gustaría tener una máquina para imprimir billetes o acuñar monedas en casa? Durante siglos, los gobernantes se aseguraron de que ese poder estuviera bien controlado a través de las Casas de Moneda, conocidas también como «cecas». Madrid no solo tuvo una, sino que llegó a ser uno de los epicentros más importantes de la fabricación de moneda a nivel mundial.
Vamos a hacer un recorrido por la historia de la Casa de la Moneda de Madrid, un lugar que no solo acuñó riquezas, sino también anécdotas, leyendas y personajes ilustres.
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Primeros intentos: el caos de la moneda medieval
¿Sabías que Madrid tuvo una primera Casa de Moneda durante el reinado de Enrique IV? Sí, pero no fue precisamente un éxito. El caos reinante en aquella época hacía que la producción de monedas fuera un desafío constante. Todo cambió cuando, en el siglo XVI, los Austrias decidieron que había que organizarse.
Con Felipe II a la cabeza, la corte se instaló en Madrid, y el rey estableció una ceca experimental en 1591 en la casa de Jacometrezo (sí, el mismo escultor italiano que da nombre a la calle). ¿El resultado? Bueno, digamos que los intentos de fabricar monedas en ese espacio fueron… limitados. Así que buscaron un nuevo lugar para empezar de cero.

«Con Felipe II a la cabeza, la corte se instaló en Madrid, y el rey estableció una ceca experimental en 1591 en la casa de Jacometrezo (sí, el mismo escultor italiano que da nombre a la calle). ¿El resultado? Bueno, digamos que los intentos de fabricar monedas en ese espacio fueron… limitados. Así que buscaron un nuevo lugar para empezar de cero.«
La ceca en la Calle de Segovia: el gran salto
El siguiente intento llegó bajo el reinado de Felipe III, en 1614. Esta vez se eligió un lugar más amplio y práctico: un edificio cercano a la antigua cerca medieval, en lo que hoy es la Calle de Segovia, justo entre el Viaducto y la Cuesta de los Ciegos. Aquí comenzaron a acuñarse las monedas más importantes del reino, como los escudos de oro y reales de plata.
Además, el duque de Uceda, a quien se otorgó el privilegio de gestionar la ceca, no solo supervisaba la fabricación de moneda, sino que también se convirtió en Tesorero Mayor. Vamos, que controlaba todo el pastel.
Dos cecas, dos calidades: ¿oro o vellón?
En tiempos de Felipe IV, Madrid llegó a tener dos cecas funcionando a la vez. La de la Calle de Segovia seguía con su producción de oro y plata, pero otra, ubicada en los terrenos donde ahora está la Casa de América, se dedicaba a acuñar moneda de vellón. ¿Qué es eso? Una aleación más pobre, de plata y cobre, típica de épocas de crisis.
Es decir, mientras unos contaban monedas brillantes de oro, otros se tenían que conformar con calderilla de calidad dudosa. Eso sí, ambas cecas trabajaban a destajo para mantener la economía en marcha.
La llegada de los Borbones: modernización y prensa de volante

Con la llegada de los Borbones al trono español, todo cambió. Felipe V decidió que la Casa de Moneda debía modernizarse, y lo hizo implantando el uso de molinos y prensas de volante para fabricar las monedas. ¿Por qué? Porque esta técnica hacía más difícil falsificar las monedas y garantizaba una calidad uniforme.
Además, los grabadores comenzaron a jugar un papel fundamental. Estos artistas tallaban los diseños en las monedas con precisión y detalles que las hacían auténticas obras de arte.
El esplendor con Carlos III: llegan los billetes
Si hay un momento de oro (literal y figuradamente) para la Casa de la Moneda, ese fue el reinado de Carlos III. Bajo su mandato, la ceca vivió un período de auge gracias a Tomás Francisco Prieto, un Grabador General que revolucionó el diseño de las monedas y fundó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Pero no solo de monedas vivió este período. Carlos III introdujo el papel moneda en España, conocido como «vales reales«. Estos vales fueron los antecesores de los billetes que todos conocemos y la solución para financiar las deudas del Estado. Vamos, que el concepto de «endeudarse» no es algo nuevo.
Guerras, parones y una mudanza necesaria
La Casa de Moneda solo interrumpió su actividad en dos momentos clave: durante la Guerra de la Independencia contra Napoleón (1808-1814) y la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823. En ambos casos, la producción se trasladó temporalmente a Cádiz hasta que la situación se estabilizó.
A lo largo del siglo XIX, el edificio de la Calle de Segovia se fue quedando pequeño y, francamente, ruinoso. Fue entonces cuando se decidió trasladar la Casa de la Moneda a un nuevo lugar: la «Huerta de Veterinaria», junto a la actual Plaza de Colón. En 1861, la reina Isabel II inauguraba esta nueva sede que podéis ver en la ilustración que encabeza esta entrada.
De la peseta al euro: un siglo de cambios
En 1868, la Casa de Moneda comenzó a acuñar la peseta, una moneda que marcaría la economía de España durante más de un siglo. Sin embargo, los tiempos seguían cambiando, y en 1964 se inauguró la actual sede de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, en la calle Jorge Juan.
Desde allí, se despidió con nostalgia a nuestra querida «pela» en 2002, cuando el euro tomó el relevo. Hoy, esa misma fábrica sigue produciendo las monedas que llevamos en el bolsillo, aunque con menos encanto que aquellas que circulaban siglos atrás.
Monedas: pequeñas cápsulas del tiempo
Más allá de su valor económico, las monedas son auténticas cápsulas del tiempo. Cada una de ellas cuenta una historia, desde el reinado bajo el que se acuñó hasta los símbolos y diseños que representaban.
Hoy, los arqueólogos estudian estas pequeñas piezas para entender cómo vivían nuestros antepasados. Quizás, en un futuro, los arqueólogos del siglo XXII excaven en nuestros yacimientos digitales para encontrar restos de nuestra economía: tarjetas de crédito, datos bancarios o incluso criptomonedas.
De cecas y tesoros: ¿te atreves a imaginar?
La historia de la Casa de la Moneda es un reflejo de cómo la economía, la tecnología y el arte se han entrelazado a lo largo de los siglos. Desde las primitivas monedas de martillo hasta los sofisticados billetes de hoy, cada paso nos habla de cómo hemos evolucionado como sociedad.
Así que, la próxima vez que mires una moneda o un billete, piensa en todo lo que representa: no solo el valor económico, sino siglos de historia, creatividad y trabajo. Y quién sabe, quizá algún día volvamos a soñar con tener una pequeña Casa de Moneda en casa, aunque sea solo para disfrutar de la magia de acuñar un poco de historia.
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