En el corazón de Madrid, donde los árboles susurran historias y los estanques reflejan siglos de historia, se alza el Parque del Retiro, un lugar de descanso, paseo y encuentro para generaciones de madrileños. Sin embargo, en sus albores, cuando era un vergel privado de la realeza, se gestó una de las leyendas más enigmáticas de la capital: la historia del Duende del Retiro.
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El Misterioso Jardinero
Corría el siglo XVIII, y el Retiro no era aún el parque abierto que hoy conocemos. Felipe V, el primer Borbón en el trono de España, encontraba en estos jardines su refugio personal. Se apartaba de los asuntos de la corte y de las intrigas palaciegas, prefiriendo el silencio de los senderos y la frescura de la arboleda. Pero algo inquietaba al monarca.
Los jardineros de palacio habían notado un extraño fenómeno: cada mañana, al despuntar el alba, nuevas flores aparecían en los parterres sin que nadie las hubiese plantado. Era como si la propia tierra, en un arranque de generosidad, las hiciera brotar de la nada. Y no eran flores cualquiera: se trataba de especies poco comunes, algunas ni siquiera vistas en la península. Tulipanes de colores imposibles, lirios de fragancias inusitadas, amapolas que parecían encenderse al contacto con la luz del sol. El misterio se acrecentó cuando los jardineros, en su vigilancia nocturna, creyeron ver a un ser pequeño, ágil como el viento, moviéndose entre los arbustos.

«Corría el siglo XVIII, y el Retiro no era aún el parque abierto que hoy conocemos. Felipe V, el primer Borbón en el trono de España, encontraba en estos jardines su refugio personal. Se apartaba de los asuntos de la corte y de las intrigas palaciegas, prefiriendo el silencio de los senderos y la frescura de la arboleda. Pero algo inquietaba al monarca.»
Encuentros en la Penumbra
Las habladurías llegaron a oídos del rey. Intrigado, ordenó que se aumentase la vigilancia. Se colocaron guardias en puntos estratégicos, se cerraron los accesos y se establecieron turnos de vigilancia nocturna. Pero nada. Cada mañana, las flores seguían apareciendo y el misterioso ser eludía toda captura.
Uno de los jardineros, hombre de avanzada edad y curtido en los secretos de la naturaleza, aseguró haber visto al intruso. «No es humano», decía en voz baja, «es un duende del bosque, un espíritu protector de estas tierras». Algunos lo tomaron por loco, otros se mostraron escépticos, pero con cada luna llena el rumor cobraba fuerza.
Las descripciones variaban: algunos afirmaban que era un ser menudo y esbelto, vestido con harapos de hojas secas y musgo. Otros decían que su risa se escuchaba entre los árboles y que, si uno lograba verlo, su suerte en el amor estaría sellada para siempre. Incluso hubo quienes aseguraron haberlo seguido entre los setos, solo para verlo desaparecer como una sombra entre las ramas.
El Duende y los Enamorados
Los años pasaron, y el misterio del duende del Retiro quedó arraigado en el folclore madrileño. Cuando el parque fue abierto al público en el siglo XIX, en 1868, y quedó bajo la titularidad del Ayuntamiento de Madrid, los rumores se intensificaron (aunque el uso como parque urbano se remonta a 1767, año en el que Carlos III permitió la entrada del público a efectos recreativos). En aquella época muchas parejas acudían al Retiro buscando un momento de intimidad, y no faltaron los que afirmaban haber sentido su presencia.

«Cuando el parque fue abierto al público en el siglo XIX, en 1868, y quedó bajo la titularidad del Ayuntamiento de Madrid, los rumores se intensificaron (aunque el uso como parque urbano se remonta a 1767, año en el que Carlos III permitió la entrada del público a efectos recreativos).»
Se decía que, si dos enamorados paseaban juntos bajo los árboles y veían un destello fugaz entre la maleza, su amor duraría para siempre. También existía la creencia de que, si alguien encontraba una flor inesperada en su camino, era señal de que el duende aprobaba su relación.
Hubo testimonios de paseantes que afirmaban haber sentido una brisa repentina, acompañada de un murmullo incomprensible, como si el parque mismo les susurrara secretos. Otros decían que, al caer la noche, se escuchaban risitas infantiles entre los árboles, pero al buscar su origen no había nadie.
Un Duende Inmortalizado
Pese a los intentos de atraparlo, el duende del Retiro nunca fue capturado. Pero su historia no cayó en el olvido. En 1985, el escultor José Noja decidió inmortalizarlo en bronce. Su obra, una pequeña figura traviesa y risueña, fue colocada sobre una de las jaulas de la antigua Casa de Fieras, donde antes habían habitado osos pardos.
Desde entonces, el duende permanece allí, observando su obra, contemplando el parque que cada primavera se llena de flores, como si su magia siguiera presente. Algunos dicen que, si se le mira fijamente a los ojos de bronce y se le susurra un deseo, este puede hacerse realidad.
¿Realidad o Leyenda?
Las leyendas, como las flores del Retiro, crecen con el tiempo. Quienes creen en el duende aseguran que sigue allí, protegiendo el parque, cuidando de los árboles y bendiciendo a los enamorados. Otros, más escépticos, lo consideran una bonita historia para contar en los atardeceres madrileños.
Sea como fuere, la próxima vez que pasees por el Retiro, detente un momento. Observa las flores que brotan sin razón aparente, escucha el viento entre los árboles y pon atención a los susurros de la naturaleza. Quién sabe, quizá tengas la fortuna de vislumbrar, aunque sea por un instante, al misterioso jardinero que, según cuentan, sigue recorriendo los senderos del parque, cuidando de su obra con la misma devoción de siglos atrás.