Mariano José de Larra es, sin duda, uno de los más destacados escritores y periodistas del Romanticismo español. El autor dejó una marca indeleble en la literatura y en la sociedad de su tiempo gracias a su aguda crítica social, lo que lo convirtió en una figura fundamental de la historia literaria de España. Su trágico suicidio a los 27 años, visto como un acto de desesperación ante la realidad opresiva y la crisis personal que vivía, acabó truncando una carrera que prometía seguir desafiando las convenciones y retratando con agudeza la España del siglo XIX. Sin embargo, a pesar de su fama, poco se sabe sobre la vida de sus hijos, quienes, al igual que su padre, vivieron vidas intensas y llenas de acontecimientos dramáticos y desde MAD Experiencias, os las hacemos llegar.
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Adela Larra. La dama de las patillas
La hija mayor de la familia Larra vivió una vida marcada por eventos dramáticos y un romance escandaloso con el rey Amadeo I de Saboya. Siendo una niña de apenas cuatro años, Adela fue la que descubrió el cadáver de su padre tras su suicidio. Esta experiencia la marcó profundamente e influyó en su carácter fuerte y decidido.
Adela se casó con Diego García Nogueras, un literato y periodista, con quien tuvo tres hijos. Sin embargo, cuando su esposo fue destinado a Cuba como funcionario, decidió quedarse en Madrid, donde continuó formando parte activa de la sociedad madrileña. Fue en este contexto en el que conoció al rey Amadeo I en 1871. A pesar de ser diez años mayor que el monarca, Adela captó su atención y pronto se convirtió en su amante, consejera y confidente, ganándose el apodo de «la dama de las patillas» por el peculiar peinado que la caracterizaba.
El romance entre Adela y Amadeo fue conocido por muchos en la corte y causó gran revuelo, llegando incluso a afectar a la política de la época. Sin embargo, la relación terminó abruptamente en 1872, cuando Amadeo inició una nueva aventura amorosa, esta vez con la esposa del corresponsal de ‘The Times’, durante un viaje a Santander. Enfurecida, Adela amenazó con hacer públicas las cartas de amor del rey, lo que llevó a Amadeo a pagar una gran suma para recuperarlas. Aunque finalmente aceptó el dinero, la presión fue tan intensa y sus reticencias en un primer momento a vendérselas tan grande que el emisario real encargado de hacer el pago llegó a amenazarla con una pistola.

El romance entre Adela y Amadeo fue conocido por muchos en la corte y causó gran revuelo, llegando incluso a afectar a la política de la época. Sin embargo, la relación terminó abruptamente en 1872.
Tras el final de su romance con el rey, su vida se volvió más discreta, aunque se sabe que fue condenada a prisión por un intento de estafa. A partir de entonces, su rastro se pierde y no se conocen detalles sobre sus últimos años ni su lugar de fallecimiento. Adela Larra fue una mujer que, como su padre, vivió una vida intensa y llena de controversia, desafiando las convenciones de su tiempo.
Luis Mariano de Larra. Un dramaturgo a la sombra de su padre
Fue el único hijo varón de Larra, nacido en Madrid el 17 de diciembre de 1830, y aunque su vida y obra no alcanzaron la notoriedad de su célebre progenitor, dejó una huella significativa en la escena teatral española del siglo XIX. A diferencia de sus hermanas, cuyas vidas estuvieron marcadas por escándalos y episodios dramáticos, la historia de Luis Mariano ha sido en gran medida eclipsada tanto por las hazañas literarias de su padre como por las historias novelescas de su familia.
Desde joven, Luis Mariano mostró un interés y un talento especial por la escritura. Tras graduarse como bachiller en el Instituto San Isidro en 1846, comenzó a trabajar en La Gaceta de Madrid, pero pronto abandonó su labor periodística para dedicarse por completo a la literatura. Este temprano compromiso con las letras lo llevó a convertirse en un fecundo dramaturgo, especialmente en el ámbito de la zarzuela, un género que dominaría a lo largo de su carrera.
A los 19 años, Luis Mariano estrenó su primera obra, El toro y el tigre, en el teatro del Instituto, marcando el inicio de una carrera que se prolongó durante cuatro décadas. Su éxito en la escena teatral fue inmediato, pero no estuvo exento de detractores. Algunos de sus contemporáneos lo apodaron «Larra el malo», intentando resaltar la supuesta superioridad de su padre. Sin embargo, Luis Mariano se mantuvo firme en su camino, alcanzando el reconocimiento tanto del público como de la crítica.
Entre sus obras más destacadas se encuentran dos zarzuelas con música de Francisco Asenjo Barbieri: El barberillo de Lavapiés (1874) y Chorizos y polacos (1876), ambas celebradas en su tiempo. El barberillo de Lavapiés, en particular, se ha mantenido como una de las zarzuelas más representativas de la cultura madrileña.

Entre sus obras más destacadas se encuentran dos zarzuelas con música de Francisco Asenjo Barbieri: El barberillo de Lavapiés (1874) y Chorizos y polacos (1876), ambas celebradas en su tiempo.
Tuvo una carrera prolífica, pues, a lo largo de su vida. Luis Mariano escribió alrededor de cuarenta zarzuelas, cincuenta y seis comedias y cuatro novelas, y aunque su producción ha caído en el olvido, durante su época fue un dramaturgo de gran prestigio. Además de su faceta como autor, Luis Mariano también fue un destacado director de escena, llegando a ser director artístico del Teatro Español durante dos temporadas.
A pesar de su éxito, la comparación constante con la obra monumental de su padre pareció ejercer una influencia limitante sobre su legado. La insigne periodista Carmen de Burgos, biógrafa de Mariano José de Larra, llegó a afirmar que, sin esta constante comparación, la figura de Luis Mariano habría destacado más en las letras españolas.
Baldomera Larra. Pionera de la estafa piramidal
Baldomera Larra, la hija menor, ha pasado a la historia como la creadora de una de las primeras estafas piramidales documentadas, un esquema que inspiraría los posteriores fraudes financieros conocidos como «esquemas Ponzi». En su caso, su vida refleja la compleja intersección entre necesidad, ingenio y criminalidad en una España del siglo XIX en crisis.
Nacida en 1833, Baldomera quedó huérfana de padre con tan solo tres años. La temprana muerte de Mariano José de Larra marcó el inicio de una vida, cuanto menos, turbulenta. Su madre, Josefa Wetoret, la casó con Carlos de Montemayor, médico de la Casa Real, lo que inicialmente proporcionó a Baldomera una vida de lujos. Sin embargo, esta situación se desmoronó con la caída del rey Amadeo I de Saboya y la restauración borbónica en España. Montemayor, comprometido políticamente, huyó a Cuba, dejándola sola con tres hijos y sin recursos.
Ante la necesidad de mantener a su familia, comenzó a pedir dinero a prestamistas, aprendiendo de ellos los entresijos del negocio financiero. Este conocimiento la llevó, en la primavera de 1876, a fundar la Caja de Imposiciones, un banco fantasma ubicado en la Plaza de la Paja, en Madrid. Ofrecía a sus inversores una rentabilidad mensual del 30%, un rendimiento asombroso que atrajo a miles de pequeños ahorradores. El esquema era simple: Baldomera utilizaba el dinero de los nuevos inversores para pagar los altos intereses prometidos a los primeros, creando la ilusión de un negocio exitoso.

Ante la necesidad de mantener a su familia, comenzó a pedir dinero a prestamistas, aprendiendo de ellos los entresijos del negocio financiero. Este conocimiento la llevó, en la primavera de 1876, a fundar la Caja de Imposiciones, un banco fantasma ubicado en la Plaza de la Paja, en Madrid
El esquema piramidal de Baldomera tuvo un éxito inicial asombroso. Personas de todas las clases sociales, incluidas algunas de fuera de Madrid, acudieron en masa para invertir sus ahorros. Incluso se decía que los niños llevaban sus huchas con la esperanza de duplicar su dinero. La hija de Larra, con su carisma y persuasión, consolidó una reputación que traspasó fronteras, llegando a ser conocida en la prensa extranjera como Le Figaro, en Francia, y L’indépendance Belge, en Bélgica. La «madre de los pobres», como la llamaban algunos, se convirtió en una figura popular en la sociedad madrileña.
Sin embargo, la burbuja financiera estalló en diciembre de 1876, cuando los rumores sobre la falta de solvencia de la Caja de Imposiciones empezaron a circular. Ante la creciente presión, Baldomera se dio cuenta de que no podría seguir pagando a sus inversores y orquestó una audaz fuga a Francia, llevándose consigo una fortuna estimada en 8 millones de reales. Fue detenida dos años después en París y extraditada a España, donde enfrentó un juicio por alzamiento de bienes. No obstante, a pesar de ser condenada a seis años de prisión, logró ser absuelta tras una apelación que se basó en la incapacidad legal de las mujeres para contratar sin el consentimiento de sus maridos, un vacío legal que la exoneró.
La vida de Baldomera Larra, envuelta en misterio tras su liberación, es un testimonio de una audacia extraordinaria en tiempos de desesperación. Se especula sobre su paradero final, pero lo cierto es que su legado perdura como la inventora de un esquema que sentaría las bases para futuros fraudes financieros. En una época en que la figura femenina estaba restringida por la ley y la sociedad, Baldomera desafió las normas y se convirtió en una de las estafadoras más infames de la historia.
Cada uno de los hijos de Mariano José de Larra, aunque eclipsados por la figura de su padre, acabaron dejando una huella notable en la historia de España, cada uno a su manera. Luis Mariano destacó como prolífico dramaturgo y pionero de la zarzuela; Adela, con su vida cargada de intrigas y escándalos, reflejó el tumulto de su tiempo; y Baldomera, con su ingenio financiero convertido en fraude, se inscribió en la historia como la creadora del esquema piramidal. Estos destinos, tan diversos como sorprendentes, revelan la complejidad y el drama que envolvió a la familia Larra, legándonos historias tan increíbles como desconocidas.
Jaime de Oro
Historiador y periodista