El Mentidero de los Representantes: Rumores, Pasiones y Contratos en el Madrid del Siglo de Oro

En una época donde las notificaciones de redes sociales, los titulares de prensa y las alertas de última hora no existían, ¿te imaginas dónde se enteraban de los chismes, rumores y noticias en el Madrid del Siglo de Oro? La información, tan demandada entonces como ahora, fluía en la calle, y los madrileños se reunían en lugares clave llamados “mentideros”. Estos espacios no solo eran puntos de encuentro para ponerse al día, sino también los escenarios de las intrigas y pasiones que caracterizaban una ciudad en plena ebullición.

Entre todos los mentideros que salpicaban la Villa y Corte, uno destacó por su carácter singular y bohemio: el Mentidero de los Representantes, situado en pleno corazón del actual Barrio de las Letras, o como lo llamaban entonces, el Barrio de las Musas. Vamos a descubrir juntos la vida, las anécdotas y los personajes que dieron vida a este espacio donde la literatura, el teatro y los cotilleos se entremezclaban.

De poblachón a villa y corte: el Madrid que lo cambió todo

Todo comenzó cuando Felipe II, en el siglo XVI, decidió fijar en Madrid la capital del reino. Este cambio administrativo transformó a un humilde poblachón en una urbe vibrante, llena de vida y contrastes. Madrid creció rápidamente, multiplicó su población y se convirtió en el centro neurálgico del imperio más poderoso del mundo. La capitalidad atrajo a nobles, mercaderes, funcionarios, soldados, cortesanos, poetas y hasta pícaros. Todos querían “hacer Madrid” y, con suerte, fortuna.

Este bullicio creó una gran demanda de información. ¿Qué pasaba en la corte? ¿Qué noticias llegaban de las colonias americanas? ¿Cuáles eran los últimos escándalos amorosos? La primera gaceta madrileña, creada en el siglo XVII, solo publicaba noticias mensualmente, así que los habitantes de la villa se buscaron la vida para estar al día: nacieron los mentideros.

¿Qué era un mentidero y por qué todos iban a uno?

Un mentidero era algo así como el muro de Facebook o el grupo de WhatsApp del Siglo de Oro. Eran espacios públicos donde la gente se reunía a compartir noticias, rumores, y, por supuesto, a cotillear. Los mentideros no discriminaban clases sociales: ricos y pobres, intelectuales y analfabetos, todos se mezclaban en busca de la última primicia.

De los tres mentideros más famosos de Madrid –el de las Gradas de San Felipe, el de las Losas de Palacio y el de los Representantes–, este último era el favorito de la farándula. Actores, autores y poetas acudían a este lugar con un propósito claro: buscar trabajo, vender obras y encontrar inspiración para sus comedias.

El de San Felipe, considerado el más relevante de la Villa y Corte, se encontraba frente al Convento de San Felipe el Real, ubicado al comienzo de la Calle Mayor. Además de ser un bullicioso centro de rumores y noticias, las gradas del convento desempeñaban un papel crucial como punto de reclutamiento para los soldados de los famosos Tercios de Flandes, quienes partían desde allí hacia los Países Bajos. Fundado en 1546, el Convento de San Felipe el Real se estableció en Madrid a pesar de la oposición inicial del Ayuntamiento, que temía la proliferación de instituciones mendicantes. Fue la intervención de Felipe II, aún príncipe en ese momento, la que hizo posible su instalación en este estratégico enclave, entre la Calle Mayor y la Puerta del Sol.

«Además de ser un bullicioso centro de rumores y noticias, las gradas del convento desempeñaban un papel crucial como punto de reclutamiento para los soldados de los famosos Tercios de Flandes, quienes partían desde allí hacia los Países Bajos»

El Barrio de las Letras: el epicentro de la creatividad

El Mentidero de los Representantes se ubicaba en una pequeña plazuela formada por las calles del León, Francos (hoy Calle Cervantes) y Cantarranas (actual Calle Lope de Vega). No era casualidad que este lugar fuese el punto de encuentro de los artistas del Siglo de Oro: estábamos en el barrio de las Letras, rodeados por la casa de Cervantes, la vivienda de Lope de Vega y la iglesia de San Sebastián, donde los comediantes rezaban a su patrona antes de iniciar sus jornadas.

A partir de las diez de la mañana, el mentidero cobraba vida. Hacia el mediodía, estaba en su pleno apogeo. Los corrillos se formaban, las voces se alzaban y las noticias, mezcladas con chismes, llenaban el aire. Ahí se discutía sobre las obras que triunfaban en los corrales de comedias de la Cruz y de La Pacheca, se intercambiaban opiniones sobre las actuaciones de los actores y se criticaban los estrenos literarios.

Rumores, amoríos y peleas: el alma del mentidero

El mentidero no solo era un lugar para hablar de teatro. También era el escenario de escándalos y rivalidades. Uno de los más famosos tuvo como protagonista a Pedro Calderón de la Barca. En 1629, su hermano José fue apuñalado por la espalda en pleno mentidero por el actor Pedro de Villegas. La razón: un asunto de faldas. Villegas huyó al cercano convento de las Trinitarias, y el incidente terminó con un asalto al lugar y un sinfín de habladurías que involucraron a la hija de Lope de Vega, sor Marcela de San Félix.

Pero no todo eran peleas. En este mentidero también se vivieron historias de amorío, como la de la Calderona, una actriz famosa que tuvo un hijo con Felipe IV. Y claro, no podía faltar la guerra de egos entre Lope de Vega y Cervantes, vecinos ilustres del barrio y rivales literarios. Mientras Lope era vitoreado por los transeúntes del mentidero, Cervantes, desde su casa, escuchaba las críticas a sus obras.

Del mentidero a la tertulia: el legado en el Madrid moderno

Con la llegada del siglo XIX, los mentideros desaparecieron por los cambios urbanos impulsados por José Bonaparte y las desamortizaciones. El Mentidero de los Representantes no fue la excepción. Sin embargo, su espíritu sobrevivió en las tertulias literarias y políticas que comenzaron a florecer en cafés como el de la Plaza de Santa Ana, junto al Teatro Español.

Hoy, una placa en la Calle del León nos recuerda que este lugar fue testigo de algunos de los momentos más vibrantes de la historia cultural de Madrid. Aunque ya no haya corrillos ni chismorreos a viva voz, el eco de aquel mentidero sigue resonando en las calles del Barrio de las Letras. Es un susurro que nos invita a imaginar un Madrid donde la información no llegaba por un clic, sino por una reunión, una conversación y, a veces, una buena dosis de ficción.

«Hoy, una placa en la Calle del León nos recuerda que este lugar fue testigo de algunos de los momentos más vibrantes de la historia cultural de Madrid. Aunque ya no haya corrillos ni chismorreos a viva voz, el eco de aquel mentidero sigue resonando en las calles del Barrio de las Letras.»

En estas aceras todavía se sienten las pisadas de Lope, Cervantes y Calderón. Y al pasear por ellas, podemos revivir, aunque sea por un momento, aquel Madrid efervescente donde los mentideros eran mucho más que lugares de charla: eran el corazón de una ciudad que, entre rumores y contratos, se inventó a sí misma.

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