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Un Sueño Imposible: Madrid y su Puerto
Toda gran ciudad ha de disponer de un puerto, o por lo menos eso fue lo que Felipe II pensaba con respecto de Madrid. La capital de su vasto imperio, situada en el corazón de la península ibérica, carecía de una vía fluvial eficiente que facilitara el comercio y el transporte de bienes. El río Manzanares, con su escaso caudal, no era precisamente el aliado perfecto para tamaña empresa. De hecho, su reducida capacidad ha sido objeto de mofa durante siglos por parte de nuestros vecinos europeos.
En comparación con los caudalosos ríos que surcan París o Londres, el Manzanares parecía un simple arroyo. Pero la resignación no era una cualidad que adornara a Felipe II. En pleno siglo XVI, decidió impulsar un proyecto faraónico: la creación de un puerto en Madrid. Su ambición no conocía límites y sus razones eran sólidas. El coste de transportar mercancías desde los puertos de Cádiz y Lisboa hasta Madrid era exorbitante, las carreteras de la época dejaban mucho que desear, el tiempo de viaje era inaceptable y, además, las rutas terrestres estaban infestadas de bandidos.
Pensado y dicho esto… ¡manos a la obra!
El Proyecto de Juan Bautista Antonelli
Con las arcas del imperio llenas de oro y plata, Felipe II confió la tarea al arquitecto e ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli. Este, lejos de considerar la idea un delirio, se mostró entusiasmado y planteó un plan que implicaba ensanchar el río Tajo hasta el Jarama, y posteriormente conectar con el Manzanares.
Para probar la viabilidad de su propuesta, Antonelli llevó a cabo un experimento: navegó en canoa desde Lisboa hasta las proximidades de Madrid. Tras su exitoso viaje, el rey quedó convencido y dio luz verde al proyecto. El ingeniero italiano aseguraba que la mayor dificultad no era técnica sino económica. Y como Felipe II no tenía problemas de presupuesto en aquel entonces, se iniciaron las obras.
Los trabajos avanzaban con rapidez, y los resultados obtenidos en los tramos entre Abrantes y Alcántara fueron muy prometedores. Parecía que Madrid tendría su puerto desafiando toda lógica geográfica.
El Desvío de Recursos y la Gran Armada
Pero no todo iba a ser sencillo. En 1588, Felipe II dirigió su atención a otro proyecto de magnitud similar: la construcción de La Grande y Felicísima Armada, apodada en modo despectivo por los ingleses como Armada Invencible. La enemistad con Inglaterra estaba en su punto álgido, y el monarca estaba decidido a invadir la isla.
El coste de la campaña naval fue descomunal, y los recursos destinados al puerto de Madrid fueron redirigidos a la construcción de barcos. Cuando la Armada zarpó y encontró su fatal destino frente a las costas británicas, el sueño de un Madrid con puerto se esfumó definitivamente.

El propio Antonelli falleció poco después, pero dejó sus estudios en manos de su primo, con la esperanza de que alguien continuara su legado. Sin embargo, el descalabro económico del imperio tras la derrota dejó sin posibilidades de financiación el proyecto. Cuentan que Felipe II, decepcionado, pronunció una lapidaria frase: «¿Para qué un puerto si ya no tenemos barcos?».
Intentos Posteriores: Un Sueño Persistente
Aunque el proyecto del puerto de Madrid quedó sepultado, la idea no desapareció por completo. En 1641, Luis Canduchi escribió un detallado libro en el que explicaba las bondades de contar con un puerto en la capital. Posteriormente, Carlos III ordenó la construcción de un canal desde el Puente de Toledo hasta el Jarama, con la esperanza de hacer navegable la conexión.
Fernando VII también retomó la idea en el siglo XIX, extendiendo el canal en cuatro kilómetros adicionales. Finalmente, en 1829, Francisco Xavier Cabanes elaboró nuevos planes para reactivar el sueño de Felipe II, pero ninguno de estos intentos logró materializarse.
El Puerto que Nunca Fue
Hoy en día, el puerto de Madrid sigue siendo una curiosidad histórica, una de esas grandes ideas que nunca llegaron a concretarse. Sin embargo, no deja de ser fascinante pensar en cómo habría cambiado la ciudad si este proyecto hubiera prosperado.
Y es que, amigos de MAD Experiencias, si Madrid no tiene playa, tampoco tiene puerto, pero eso no significa que la ciudad no haya soñado con desafiar su geografía.
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