Hace unos días, paseando por nuestro querido Parque del Retiro, me vino a la memoria la figura de Carlo Broschi y su relación con Madrid y los propios jardines. Quizá por este nombre no sea muy reconocido, pero si digo Farinelli, todo cambia.
Farinelli fue una de las más grandes estrellas del bel canto en el siglo XVIII, un castrato cuya voz y técnica lo convirtieron en un icono de su tiempo. Su historia es fascinante, pues no solo destacó por su talento musical, sino también por su papel en la corte española, donde influyó en el destino de la monarquía y dejó una huella imborrable en la cultura madrileña.
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Orígenes de un prodigio: Farinelli
Carlo Broschi, más conocido como Farinelli, nació en Andría, Nápoles, en 1705. Su voz excepcional, su destreza técnica y su incomparable coloratura lo hicieron famoso en todas las cortes de Europa. Su carrera comenzó a destacar desde joven y, tras haber sido castrado en su infancia para preservar su voz aguda, se convirtió en uno de los cantantes más renombrados de su tiempo.
El famoso compositor Johann Joachim Quantz, que tuvo la oportunidad de oírlo en Milán, escribió lo siguiente:
«Farinelli tenía una voz de soprano penetrante, completa, rica, luminosa y bien modulada, con un rango en ese momento desde La debajo de Do medio a Re tres octavas por encima de Do medio… Su entonación era pura, su vibrato maravilloso, su control de la respiración extraordinario y su garganta muy ágil, por lo que cantó los intervalos más amplios rápidamente y con la mayor de las facilidades y seguridad.»
«Farinelli tenía una voz de soprano penetrante, completa, rica, luminosa y bien modulada, con un rango en ese momento desde La debajo de Do medio a Re tres octavas por encima de Do medio… Su entonación era pura, su vibrato maravilloso, su control de la respiración extraordinario y su garganta muy ágil, por lo que cantó los intervalos más amplios rápidamente y con la mayor de las facilidades y seguridad.»
Su talento le permitió viajar por distintas cortes europeas, donde era recibido con entusiasmo y admiración. Sin embargo, sería la monarquía española la que lo marcaría de manera más profunda.
Farinelli en la Corte de España
En 1737, Farinelli residía en Londres cuando recibió una misiva de la reina Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V. La reina le pedía que viniera a España para intentar mitigar la melancolía y depresión del rey con su canto. Pese a las numerosas ofertas que recibió de distintas cortes europeas, Farinelli aceptó y viajó a Madrid, haciendo una breve parada en la corte de Luis XV en Francia.
Su llegada a la corte española fue memorable. Cuenta la leyenda que la primera noche cantó cuatro arias desde la antecámara real sin obtener reacción del monarca. Sin embargo, tras la cuarta aria, Felipe V pidió conocer al cantante y le preguntó:
«¿Qué pides por cantarme así todas las noches?»
A lo que Farinelli respondió:
«Que su majestad se levante de la cama, se afeite, se vista y cumpla sus deberes de rey.»
Al día siguiente, tras años de apatía, Felipe V se levantó y reanudó sus funciones reales. Así comenzó la relación entre Farinelli y la corte española. Durante ocho años, el cantante actuó cada noche para el monarca, convirtiéndose en un personaje influyente en la política y la cultura del país.
Felipe V no solo lo recompensó con privilegios, sino que también le concedió una posición de gran poder en la corte. Se le asignó la dirección de los teatros reales y se le otorgó una influencia considerable en las decisiones del monarca. Farinelli supo utilizar su poder con discreción e inteligencia, evitando enemistades y asegurando su estabilidad en la corte.
Farinelli y el Teatro del Buen Retiro
Uno de los mayores legados de Farinelli en Madrid fue la revitalización del Real Coliseo del Buen Retiro. Construido por orden de Felipe IV en 1640, el teatro había sido un centro de arte durante el Siglo de Oro, con representaciones de autores como Calderón de la Barca y Rojas Zorrilla. Sin embargo, tras la muerte de Felipe IV y Carlos II, el recinto cayó en decadencia.
Fue Fernando VI quien, con la asesoría de Farinelli, ordenó su reconstrucción y lo convirtió en el teatro de ópera más importante del siglo XVIII en España. La capacidad del teatro se amplió para albergar a 500 espectadores, incluyendo aposentos reservados para los reyes y sus invitados. Además, se mejoraron las técnicas escénicas y se amplió la orquesta a 16 violines, 4 violas, 4 violonchelos, 4 contrabajos, 5 oboes, 2 trompas, 2 clarines, 2 fagotes y 2 timbales.
Farinelli escribió sobre el teatro:
«Sin exageración alguna, se puede muy bien asegurar que en Europa no hay teatro que iguale al de la Corte de España por su riqueza y abundancia del escenario y vestuario.»
Bajo su dirección, el teatro alcanzó su mayor esplendor y se estrenaron algunas de las óperas más representativas del Barroco. El arte y la música vivieron una época dorada en Madrid, con representaciones grandiosas y espectáculos dignos de las mejores cortes europeas.
Caída y exilio de Farinelli
La llegada al trono de Carlos III en 1759 marcó el fin de la era de Farinelli en España. A diferencia de su padre y su hermano, el nuevo monarca no compartía el entusiasmo por la ópera y, aunque mantuvo la asignación anual de 135.000 reales para Farinelli, lo destituyó de sus cargos y lo envió de regreso a Italia.
Farinelli se retiró a Bolonia, donde vivió el resto de sus días rodeado de recuerdos de su gloriosa carrera. Aunque ya no cantaba en público, su casa se convirtió en un centro de reuniones para músicos y artistas. Falleció el 16 de septiembre de 1782, dejando tras de sí un legado imperecedero en la historia de la música.
Farinelli, un mito inmortal
A pesar de que nunca podremos oír su voz, el legado de Farinelli perdura. Su técnica vocal, su carisma y su influencia en la corte española lo convierten en una figura irrepetible. Hoy, en pleno siglo XXI, son muchos los contratenores que siguen su estela, entre ellos el renombrado Philippe Jaroussky, que mantiene vivo el arte del bel canto y de la maravillosa ópera barroca.
Madrid y el Retiro nunca olvidarán a aquel castrato cuya voz fue capaz de sanar a un rey y transformar la historia de la música en España.