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Los orígenes del agua en Madrid: pozos, viajes de agua y fuentes
Desde los tiempos más remotos, el abastecimiento de agua ha sido una de las principales preocupaciones de los habitantes de Madrid. En sus orígenes, la ciudad contaba con diversos pozos y fuentes naturales que permitían a la población abastecerse de agua. No obstante, con el crecimiento de la Villa y su consolidación como capital en 1561, se hizo imprescindible mejorar el sistema de distribución hídrica.
Uno de los avances más significativos fue la construcción de los viajes de agua, una red de galerías subterráneas que transportaban el agua desde los manantiales y acuíferos cercanos hasta el núcleo urbano. Gracias a este sistema, la ciudad pudo contar con una mayor disponibilidad de agua potable, lo que permitió la instalación de numerosas fuentes públicas.
Las fuentes madrileñas, en sus inicios, eran simples pilones de piedra donde la población acudía a llenar cántaros y vasijas. Con el tiempo, estas infraestructuras fueron evolucionando hasta convertirse en elementos de gran valor ornamental, sobre todo a partir del siglo XVI. En esta época, las fuentes no solo cumplían una función práctica, sino que también servían para embellecer plazas y paseos importantes de la ciudad.
La Fuente de Diana en Puerta Cerrada: un adorno efímero
Uno de los ejemplos más representativos de esta tendencia fue la Fuente de Diana, instalada en la plaza de Puerta Cerrada a principios del siglo XVII. Esta fuente, dedicada a la diosa romana de la caza, formaba parte de un ambicioso plan de embellecimiento urbano impulsado por la monarquía. Su presencia otorgó a la zona un aire de elegancia y sofisticación, convirtiéndola en un punto de referencia para los madrileños de la época.
Sin embargo, con el paso de los siglos, la fuente de Diana cayó en desuso y comenzó a deteriorarse. En el siglo XIX, dentro de un proceso de reordenación de las infraestructuras de la ciudad, se decidió su demolición. La escultura de la diosa Diana que la coronaba fue trasladada a la Fuente de la calle de Segovia, donde aún puede contemplarse en la actualidad.

El siglo XIX y la transformación de las fuentes madrileñas
El siglo XIX fue un período de grandes cambios para Madrid, especialmente en lo que respecta a sus infraestructuras urbanas. La creciente modernización de la ciudad llevó a la reforma de muchas de sus fuentes, que en su mayoría se encontraban en mal estado.
En 1850, Martín López Aguado, arquitecto fontanero de la Villa, se encargó de llevar a cabo la renovación del sistema de fuentes públicas. Su objetivo era no solo mejorar la calidad del agua, sino también evitar los problemas derivados del desorden y la insalubridad que caracterizaban algunos de estos espacios.
En aquel tiempo, los aguadores, una figura clave en la sociedad madrileña, se encargaban de recoger el agua de las fuentes y venderla a los ciudadanos. Sin embargo, la acumulación de cántaros, el constante ir y venir de los aguadores y sus clientes, así como las disputas por el acceso al agua, generaban problemas de tráfico y convivencia en algunos puntos de la ciudad.
Un artículo publicado en la revista La Ilustración reflejaba la percepción de las autoridades sobre la situación:
“Se ha de retirar de los puntos más frecuentados el obstáculo material que oponían a la circulación, y el repugnante espectáculo de los aguadores, con su innumerable escuadrón de cubetas, sus voces, riñas y cantinelas”.
Con esta idea en mente, se decidió la transformación de la Fuente de Puerta Cerrada en un caño de vecindad, una fuente más sencilla y funcional que garantizaba el acceso al agua sin los inconvenientes de las grandes fuentes ornamentales.
El caño de vecindad de Puerta Cerrada: una fuente con historia
La nueva fuente de Puerta Cerrada se diseñó con un enfoque práctico, aunque sin renunciar completamente al aspecto estético. Su estructura consistía en un basamento de piedra berroqueña, sobre el que se situaban dos pequeños pilones para la recogida de agua.
El elemento más llamativo del conjunto era su columna de hierro fundido, que sostenía una farola de iluminación. Este detalle, que hoy nos parece común, era una auténtica novedad en el Madrid de mediados del siglo XIX, pues permitía iluminar la plaza de noche, mejorando la seguridad y el aspecto del entorno.

«El elemento más llamativo del conjunto era su columna de hierro fundido, que sostenía una farola de iluminación. Este detalle, que hoy nos parece común, era una auténtica novedad en el Madrid de mediados del siglo XIX, pues permitía iluminar la plaza de noche, mejorando la seguridad y el aspecto del entorno.»
A lo largo de los años, la fuente ha sufrido diversas modificaciones. La farola original, de diseño sencillo, fue sustituida por otra más elaborada con cinco brazos y luminarias adicionales. Este cambio, que se produjo después de 1864, se puede comprobar en una fotografía tomada por Alfonso Begué, que forma parte del Álbum fotográfico de varias fuentes vecinales y de ornato existentes en la Villa de Madrid, conservado en el Museo de Historia de Madrid.


En 1930, la fuente aún conservaba su farola de cinco brazos, aunque se habían realizado pequeños ajustes en su estructura. Más adelante, los pilones originales fueron reemplazados por otros de forma semicircular, adaptándose a las nuevas necesidades de los vecinos.
Una fuente superviviente: restauraciones y conservación
Como cualquier monumento urbano expuesto a la intemperie y al uso cotidiano, la fuente de Puerta Cerrada sufrió un notable deterioro con el paso del tiempo. En 1995, el Ayuntamiento de Madrid llevó a cabo una intervención para su limpieza y restauración. Algunas piezas fueron sustituidas, y se realizó una puesta a punto general de la estructura para garantizar su conservación.
Actualmente, la fuente sigue en funcionamiento, aunque su farola ha perdido relevancia debido a la moderna iluminación de las calles madrileñas. Sin embargo, su valor histórico y artístico sigue siendo indiscutible.
En el Inventario municipal de Bienes Muebles de carácter histórico o artístico de 2018, la fuente aparece catalogada con el número de archivo 90101 bajo la denominación “Fuente de Puerta Cerrada, fuente con remate de farol de cinco brazos”. Esta clasificación confirma su importancia dentro del patrimonio urbano de Madrid.
Un legado en el corazón de Madrid
Hoy en día, la fuente de Puerta Cerrada sigue cumpliendo su función original como un caño de vecindad, permitiendo que los madrileños y visitantes puedan refrescarse en su histórico surtidor.
Aunque muchos pasan por delante sin reparar en ella, esta fuente es un auténtico testigo de la evolución de Madrid a lo largo de los siglos. Desde su origen como la ornamentada Fuente de Diana hasta su transformación en un caño de vecindad, ha visto cambiar la ciudad y ha sido testigo de innumerables historias.
Si paseas por el barrio de La Latina o recorres la calle de Segovia, haz una pausa y obsérvala con atención. Estás ante uno de los últimos vestigios de un Madrid que dependía de los aguadores, los viajes de agua y las fuentes públicas para abastecerse.