La Plaza Mayor

La Plaza Mayor, uno de los puntos más visitados de Madrid, ya existía desde tiempos medievales: la llamada plaza del Arrabal. Su nombre se debía a que quedaba fuera de las murallas que protegían la ciudad, allá por el siglo XI. Fue Alfonso VI de León el que mandó ampliarlas tras haber conquistado la actual capital a los musulmanes. En aquellas épocas se tendía a reducir al máximo los espacios dentro de las murallas –intramuros- dado que cualquier tipo de ampliación conllevaba grandes esfuerzos, tanto humanos como económicos. Esta es una de las causas por las que el interior de las ciudades no contaban con grandes plazas ni espacios abiertos.

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Otro de los motivos por los que se evitaban las construcciones dentro de la muralla, aludía igualmente a temas económicos. El portazgo, impuesto que gravaba la venta de mercancías dentro de Madrid, se evitaba y el tráfico de mercancías dejaba de sufrir ese gravamen que encarecía el precio final del propio producto. Esta ventaja, además de la cercanía al núcleo urbano principal, fue fundamental para que nuestra madrileña plaza se convirtiera en un mercado muy frecuentado por los habitantes de la época.

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La Plaza Mayor y la capital de España

Todo seguiría en la misma línea hasta la llegada al reinado de Felipe II y su decisión de convertir a Madrid en capital del Imperio. Uno de los objetivos que se buscaron con esta iniciativa, fue el de incrementar las arcas reales, ya que la muralla medieval fue derribada, incluyendo así al mercado del Arrabal dentro de la ciudad, ya era formalmente Madrid por lo que  no había excusa para que no se pagaran los impuestos. Esta medida convirtió a la Plaza del Arrabal en punto central de la vida social y cultural madrileña.

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Tiziano. 1551. Óleo sobre lienzo, 193 x 111 cm. Museo del Prado

Todo seguiría en la misma línea hasta la llegada al reinado de Felipe II y su decisión de convertir a Madrid en capital del Imperio.

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La plaza de Gómez de Mora

A pesar del que el rey austero tenía planes para la renovación de la plaza, no sería él, y sí su hijo Felipe III el que encargaría una gran remodelación a la altura de la capital de España. El elegido para “poner a tono” el espacio sería  Juan Gómez de Mora, arquitecto del monarca y responsable también del diseño de la Cárcel de la Corte (que Felipe V convirtió en el palacio de la Cruz, actual sede del Ministerio de Asuntos Exteriores) y la Casa de la Villa, sede del Ayuntamiento entre 1693 y 2007.

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Gómez de Mora proyectó la obra en 1617 siguiendo los cánones propios del barroco madrileño de la época: ladrillo rojo cocido en las fachadas, granito en cimientos, dinteles y balconadas corridas, pizarra en los tejados y torres rematadas por chapiteles y veletas, además de por escudos pertenecientes a quienes pagaron las obras. El paso del tiempo no fue benévolo con la construcción, deteriorándola notablemente. Los múltiples incendios que se fueron declarando a lo largo de los sucesivos siglos, tampoco ayudaron a su conservación, siendo especialmente virulento el que se produjo el 16 de agosto de 1790. El resultado fue tan desastroso que hubo que reconstruir la plaza, tarea que se encargó a uno de los arquitectos más destacados del período borbónico: Juan de Villanueva.

Punto de actividad

La plaza Mayor de Madrid siempre ha sido un entorno de intensa actividad económica. Clara prueba de ello son los nombres de algunos de los arcos que franquean su acceso: el de la Sal, donde se encontraba el depósito de venta de este producto, el de Botoneras –denominado así porque debajo se apostaban las vendedoras de botones– y el de Cuchilleros, que recibe el nombre del gremio emplazado en este lugar. Por su parte, los carniceros, a quienes los cuchilleros prestaban sus servicios, se situaron en el interior de la plaza, en la Casa de la Carnicería –uno de los puntos de partida de algunas de nuestras Experiencias-, el depósito general de carne que abastecía a los mercados de la villa.

Fiestas, toros y romerías

La intensa vida social y cultural que siempre ha mantenido la Plaza Mayor desde sus inicios, ha sido marco de diversos festejos a lo largo de los siglos. Los Austrias la utilizaron mucho como escenario de sus apariciones. Podemos poner como ejemplo al rey Felipe IV, que se proclamó monarca de las Españas en la plaza en 1621. También sirvió para albergar eventos menos regios y más frecuentados por el pueblo. Espectáculos teatrales, torneos, corridas de toros y fiestas de carnavales o pasos de romerías, muy populares durante los siglos XVI y XVII. La de San Marcos, que se celebraba en plena primavera, el 25 de abril,  era especialmente seguida y vistosa ya que los romeros solían acudir vestidos con harapos, por lo que fue conocida popularmente como la del trapillo (de trapo). De ahí proviene la expresión «ir de trapillo» para referirnos a una manera de vestir sencilla y casera.

El 1 de mayo tenía lugar la de Santiago el Verde, peregrinación muy popular cuyo itinerario comenzaba en la propia plaza, teniendo como final una zona de prados en la ribera del río Manzanares, el Sotillo. Cuentan las crónicas de la época que en ella eran habituales los robos, los galanteos, las disputas e incluso las muertes. Por si fuera poco, algunas de las mujeres que asistían no dejaban en buen lugar el honor de sus maridos y novios, como recordaba el padre del Culteranismo Góngora en los siguientes versos: «No vayas, Gil, al Sotillo / que yo sé / quien novio al Sotillo fue / y volvió hecho novillo».

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La calle de Santiago el Verde se encuentra en el madrileño barrio de Lavapiés-Embajadores

En la Plaza Mayor eran frecuentes los espectáculos multitudinarios como las corridas de toros o las fiestas caballerescas. Uno de los torneos más recordados tuvo lugar en 1623 con motivo del compromiso del príncipe de Gales con la infanta María Ana, hermana de Felipe IV. En él participaron más de 100 caballeros y se encendieron 320 luminarias, un verdadero derroche para un enlace que no se llegó a celebrar.

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En la Plaza Mayor eran frecuentes los espectáculos multitudinarios como las corridas de toros o las fiestas caballerescas.

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Y es que, amigos de MAD Experiencias, Madrid es una ciudad con un inmenso bagaje cultural e histórico repleto de detalles, anécdotas y chascarrillos dispuestos a ser destapados. ¡No os los podéis perder!

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