María “La Agorera”: La Bruja de Madrid y su Leyenda Inmortal

Madrid, a lo largo de los siglos, ha sido testigo de innumerables historias de misterio y leyenda. Entre ellas, las relacionadas con la brujería y la superstición han ocupado un lugar especial en la memoria popular. En una época en la que la Inquisición tenía un poder absoluto y la fe dominaba la vida cotidiana, el miedo a lo desconocido y la creencia en el poder de las brujas hicieron que muchas mujeres fueran perseguidas. Una de esas historias es la de María Mola, también conocida como «La Agorera», cuya vida y trágico destino la convirtieron en una de las figuras más enigmáticas de la capital.

El Origen de María Mola: Una Mujer Perseguida

Corría el siglo XV cuando María Mola llegó a Madrid, procedente de Burgos, su ciudad natal. Su llegada no fue casual, sino el resultado de un destino marcado por la persecución y la desgracia. En su ciudad de origen, había sido acusada de brujería, lo que la llevó a sufrir la pena de la vergüenza pública. En un castigo humillante, fue emplumada y obligada a llevar un sombrero cónico con imágenes alusivas a su supuesto delito. Con insultos, empujones y agresiones, la multitud la escoltó por las calles de Burgos hasta que finalmente logró huir y refugiarse en Madrid.

Pero lejos de abandonar sus prácticas, María continuó con sus actividades esotéricas en la capital. Se instaló en una vieja tienda de comestibles que había pertenecido a un comerciante judío y comenzó a atender a quienes buscaban respuestas más allá de la religión y la razón.

El Auge de una Bruja en Madrid

Con el tiempo, su fama se extendió rápidamente. Se decía que sus predicciones eran certeras y que podía ver el futuro con asombrosa claridad. En su tienda se congregaban tanto nobles como plebeyos, religiosos y hasta miembros de la aristocracia madrileña, todos en busca de un consejo, un hechizo o una solución a sus problemas.

La bruja, además de adivinar el porvenir, vendía pociones y amuletos para el amor, la suerte y la venganza. Aunque Madrid era una ciudad profundamente católica, la superstición se encontraba arraigada en la sociedad y muchos creían que María tenía un poder especial.

El Engaño Fatal

Sin embargo, el destino de María se torció por un desafortunado acontecimiento. Un día, un fraile franciscano, amigo de otro monje que frecuentaba la tienda de la bruja, decidió acudir a ella en busca de una revelación. Temiendo por su alma, deseaba saber si estaba en pecado mortal y cuál sería su destino.

María, con su habitual dramatismo, realizó un ritual y, en medio de una supuesta visión, anunció al monje que al día siguiente, mientras oficiara su primera misa, se le aparecería un ángel o un demonio.

Al día siguiente, en la penumbra de la iglesia, mientras oficiaba el oficio sagrado, el fraile vio moverse una extraña sombra entre las velas. De repente, una criatura negra con grandes alas revoloteó sobre su cabeza y emitió un sonido espeluznante. Convencido de que había visto al mismísimo demonio, el religioso cayó desmayado.

Cuando recuperó el conocimiento, asustado y convencido de estar maldito, confesó su visita a la bruja. El escándalo no tardó en propagarse y la noticia llegó a oídos de las autoridades religiosas.

El Juicio y la Condena

Las autoridades llevaron a cabo una investigación y descubrieron la verdad. María, al verse acorralada, confesó que lo que el fraile había visto no era un demonio, sino una simple lechuza que ella misma había soltado en la iglesia para asustarlo y dar validez a su predicción.

Aquello fue suficiente para que las autoridades actuaran con dureza. Aplicaron la ordenanza de Juan II de Castilla contra las prácticas de brujería y hechicería, y María «La Agorera» fue condenada a la horca. Su ejecución se llevó a cabo en público y, mientras agonizaba, muchos de los que alguna vez la habían buscado para resolver sus problemas, ahora la apedreaban con furia y desprecio.

«Aquello fue suficiente para que las autoridades actuaran con dureza. Aplicaron la ordenanza de Juan II de Castilla contra las prácticas de brujería y hechicería, y María «La Agorera» fue condenada a la horca.»

El Nacimiento de la Leyenda

Pero la historia de María Mola no terminó con su muerte. Se cuenta que, desde aquella fatídica noche, su espíritu comenzó a vagar por las calles de Madrid, especialmente por los alrededores de la actual Plaza de Santa Ana.

Muchos vecinos afirmaban sentir su presencia y escuchar extraños susurros en las noches más oscuras. Según los relatos de la época, su espectro se aparecía en forma de una mujer vestida de negro que recorría las calles con una mirada penetrante y un rostro pálido, como si la vida se hubiera desvanecido de él.

El cronista Pedro de Répide fue uno de los que dejaron constancia de estos extraños sucesos. En sus escritos menciona que la presencia de la bruja se sentía especialmente en las noches frías, cuando la luna iluminaba las estrechas calles del barrio.

Un Eco del Pasado en Madrid

La historia de María «La Agorera» es una muestra de cómo la superstición, el miedo y la ignorancia pueden marcar el destino de una persona. Fue una mujer que supo aprovechar la credulidad de la gente, pero que finalmente terminó siendo víctima de la misma sociedad que un día la veneró.

Aun hoy, en el corazón de Madrid, su historia perdura como una advertencia de los peligros de la intolerancia y el fanatismo. Quién sabe si, en alguna noche de invierno, cuando las sombras se alargan en las calles del centro, María sigue caminando entre nosotros, recordándonos que algunas leyendas nunca mueren.

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