En nuestras visitas paseamos por todas las zonas de Madrid y os hacemos llegar la historia de nuestra ciudad y las leyendas que conforman el imaginario colectivo. No podemos olvidar que esas leyendas tienen parte de realidad sobre la que se construye el relato. La superstición es uno de los pilares de muchos de los hechos que relatan las crónicas y el de hoy, es uno de ellos. Si queréis visitar los enclaves más mágicos de nuestra ciudad, podéis venir con nosotros a Leyendas de lo Oculto.
Malasaña es uno de esos barrios madrileños que rebosa historia en cada esquina, y entre sus calles, hay un lugar que encierra un relato tan fascinante como escalofriante: el convento de San Plácido. Entre monjas, diablos y un buen lío de política, religión y traiciones, esta historia nos lleva al Madrid de Felipe IV, allá por el siglo XVII.
¿Preparado para descubrir por qué este convento fue conocido como el de las «endemoniadas»? Ponte cómodo y acompáñanos en este viaje en el tiempo.
Tabla de contenidos
Una dama, un secretario y un convento
Todo comenzó en 1623, cuando Teresa del Valle de la Cerda, una dama noble con ambiciones religiosas, decidió fundar el convento de la Encarnación Benita (hoy conocido como San Plácido) en lo que ahora es pleno corazón de Malasaña. Pero Teresa no estaba sola en este proyecto. Su antiguo prometido, Jerónimo Villanueva, secretario de Estado y mano derecha del Conde Duque de Olivares, fue su aliado. Sí, la cosa empieza con una historia de amor frustrado, porque en algún momento, Teresa dejó el romance para abrazar la vida religiosa, pero su relación con Villanueva se mantuvo, aunque más «espiritual» (o eso creemos).
El convento, sencillo pero elegante, fue construido con ladrillo, una portada clasicista en la calle Pez y un bonito claustro ajardinado. Todo muy idílico. Pero lo que parecía un tranquilo retiro para las monjas pronto se convirtió en el centro de uno de los escándalos más sonados del Madrid barroco.
«El convento, sencillo pero elegante, fue construido con ladrillo, una portada clasicista en la calle Pez y un bonito claustro ajardinado. Todo muy idílico. Pero lo que parecía un tranquilo retiro para las monjas pronto se convirtió en el centro de uno de los escándalos más sonados del Madrid barroco.«
Las endemoniadas de San Plácido
En 1628, solo cinco años después de su fundación, el convento se convirtió en el escenario de un caso que mezclaba religión, política y, por supuesto, mucho dramatismo. Todo empezó cuando la Inquisición recibió denuncias de que una veintena de monjas y novicias estaban poseídas por demonios. Sí, ¡diablos en Malasaña!
Pero no solo eso. También se acusó al capellán del convento de practicar «iluminismo», una corriente espiritual que buscaba un contacto directo con Dios, algo que, en aquella época, era visto como sospechoso (y herético). ¿El resultado? Decenas de monjas «endemoniadas», extraños episodios de posesión y acusaciones cruzadas.
El caso, que duró décadas, fue un verdadero circo mediático de la época. Y como en todo buen escándalo, las leyendas no tardaron en surgir. Una de las más populares, recogida por Mesonero Romanos en El Antiguo Madrid, hablaba de un supuesto romance secreto entre Felipe IV y una de las novicias del convento. Aunque es casi seguro que esto fue inventado, ¿a quién no le gusta un buen chisme?
Política, traiciones y religiosidad
Detrás de todo este lío de monjas y demonios, había algo mucho más complejo: política. La abadesa Teresa del Valle y el Conde Duque de Olivares tenían ideas reformistas, y eso, en un ambiente tan conservador como el de la Corte española del siglo XVII, no era bien recibido. Además, las tensiones dentro del propio convento y los abusos del fraile confesor complicaron aún más las cosas.
Lo cierto es que las enemistades políticas aprovecharon este escándalo para desacreditar a Teresa del Valle, Jerónimo Villanueva y el propio Olivares. Las cartas entre ellos, que eran intensas y cercanas, fueron utilizadas para alimentar rumores y acusaciones. Incluso cuando la Inquisición terminó absolviéndoles, el daño ya estaba hecho. Teresa y Villanueva pasaron sus últimos años en el olvido y la tristeza, mientras que Olivares perdió el favor del rey Felipe IV, en parte por este escándalo.
«Detrás de todo este lío de monjas y demonios, había algo mucho más complejo: política. La abadesa Teresa del Valle y el Conde Duque de Olivares tenían ideas reformistas, y eso, en un ambiente tan conservador como el de la Corte española del siglo XVII, no era bien recibido. Además, las tensiones dentro del propio convento y los abusos del fraile confesor complicaron aún más las cosas.«
Entre la leyenda y la realidad
Es difícil separar la realidad de la ficción en esta historia. Las leyendas que surgieron alrededor del convento, alimentadas por la imaginación popular, han oscurecido los hechos reales. Pero lo que sí es cierto es que el convento de San Plácido sigue siendo un testimonio fascinante de una época donde religión, política y superstición estaban entrelazadas de maneras impredecibles.
Hoy en día, el convento ya no es famoso por monjas endemoniadas, sino por su increíble patrimonio artístico.
La joya oculta de Malasaña
Si bien la historia de San Plácido está llena de intrigas, su iglesia es lo que realmente brilla. Declarada Bien de Interés Cultural, esta pequeña joya barroca es un imprescindible para los amantes del arte y la arquitectura.
La iglesia, diseñada por Juan de Corpa bajo la dirección de Fray Lorenzo de Nicolás, tiene una planta de cruz latina y una sola nave. Lo más impresionante es su cúpula encamonada, una falsa cúpula hecha de madera, que es una solución arquitectónica típica del barroco madrileño. Es como si los arquitectos del siglo XVII hubieran hecho magia, creando una estructura impresionante sin recurrir a materiales costosos.
Y, por supuesto, no podemos olvidarnos de los frescos de Francisco Rizzi, que decoran la cúpula y las pechinas, ni del retablo mayor, presidido por una espectacular Anunciación de Claudio Coello. Pero la verdadera estrella de esta iglesia fue, en su día, el Cristo crucificado de Velázquez, que hoy cuelga en las paredes del Museo del Prado.
¿Te imaginas entrar en la iglesia de San Plácido en el siglo XVII y ver un Velázquez colgando ahí? Increíble.
«Si bien la historia de San Plácido está llena de intrigas, su iglesia es lo que realmente brilla. Declarada Bien de Interés Cultural, esta pequeña joya barroca es un imprescindible para los amantes del arte y la arquitectura.
La iglesia, diseñada por Juan de Corpa bajo la dirección de Fray Lorenzo de Nicolás, tiene una planta de cruz latina y una sola nave. Lo más impresionante es su cúpula encamonada, una falsa cúpula hecha de madera, que es una solución arquitectónica típica del barroco madrileño.«
La historia sigue viva
Aunque ya no hay monjas endemoniadas ni frailes confusos, el convento de San Plácido sigue siendo un lugar lleno de misterio. Sus paredes han sido testigo de intrigas, leyendas y arte, y caminar por la calle Pez sabiendo lo que ocurrió allí hace cuatro siglos le da un toque especial al paseo.
Así que la próxima vez que te encuentres en Malasaña, detente frente al convento y piensa en Teresa, Jerónimo y todas las monjas que vivieron en este lugar lleno de secretos. Y, por qué no, entra a visitar la iglesia y disfruta de su impresionante arte barroco.
Quién sabe, quizás hasta escuches algún eco de aquellos tiempos en los que los diablos (y las intrigas) rondaban por el corazón de Malasaña.