Si alguna vez te has preguntado qué se necesita para pasar a la historia, dar nombre a una calle o que una estatua tuya presida una plaza concurrida, la respuesta podría incluir talento, esfuerzo, valentía y creatividad. Pero, durante siglos, había un requisito extra indispensable: ser hombre. Muchas mujeres brillantes han quedado fuera de los libros de Historia simplemente por su género. Y el mundo de la literatura española no fue una excepción.
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Un talento escondido en las sombras
Durante el siglo XIX, un tiempo donde los hombres dominaban todos los ámbitos, la literatura estaba encabezada por figuras como Baroja, Azorín y Machado, dejando poco espacio para las voces femeninas. A pesar de ello, algunas mujeres, como Carmen de Burgos «Colombine» o las famosas «sinsombrero», lograron hacerse un hueco, aunque muchas quedaron condenadas al olvido. Entre ellas, una de las más destacadas pero menos recordadas es Concha Espina.
La infancia de una futura escritora
Concha Espina, nacida en Santander en 1869, creció en una familia acomodada que pronto enfrentó dificultades económicas. La ruina de su padre obligó a la familia a mudarse al pequeño pueblo de Mazcuerras. Fue allí, en un entorno rural y alejada de los privilegios de su infancia, donde comenzó a escribir y a soñar con un futuro como escritora.
Un golpe del destino
La muerte de su madre en 1891 marcó profundamente a Concha. A los 22 años, sin recursos ni formación académica, el matrimonio pareció la única salida. Se casó en 1893 con un empresario que pronto la llevó a Chile, pero el sueño de una vida próspera se desmoronó rápidamente debido a los despilfarros de su esposo. Mientras él dilapidaba su fortuna, Concha comenzó a escribir para la prensa chilena, marcando el inicio de su carrera literaria.
De vuelta a España: los primeros éxitos
En 1898 regresaron a Cantabria, ya con dos hijos. A pesar de los problemas económicos, Concha no dejó de escribir. En 1909 publicó su primera novela, La niña de Luzmela, que fue bien recibida por la crítica. Este éxito inicial la llevó a mudarse a Madrid, donde sus posibilidades como escritora crecieron exponencialmente.
Una madre soltera en un mundo de hombres
El matrimonio de Concha, marcado por los celos y la insatisfacción, terminó en separación. Decidida a salir adelante sola, se instaló en Madrid con sus cuatro hijos. Concha Espina no solo logró mantenerse escribiendo, sino que se convirtió en la primera mujer española en vivir exclusivamente de su literatura.
Una carrera literaria prolífica
Con un estilo que oscilaba entre el realismo, el romanticismo y el costumbrismo, Concha escribió novelas cargadas de personajes femeninos fuertes y valientes. Obras como La esfinge maragata y Tierras del Aquilón fueron premiadas y traducidas a múltiples idiomas, llevándola a alcanzar una fama internacional. También ganó el Premio Nacional de Literatura por Altar mayor y fue candidata al Premio Nobel en tres ocasiones consecutivas.

«Obras como La esfinge maragata y Tierras del Aquilón fueron premiadas y traducidas a múltiples idiomas, llevándola a alcanzar una fama internacional. También ganó el Premio Nacional de Literatura por Altar mayor y fue candidata al Premio Nobel en tres ocasiones consecutivas.»
«Los miércoles de Concha Espina»
En Madrid, organizó tertulias literarias semanales en su casa de la Calle Goya, conocidas como «los miércoles de Concha Espina». Estas reuniones congregaron a figuras como Antonio Machado, Ortega y Gasset y Federico García Lorca, así como a muchas mujeres escritoras que buscaban apoyo y reconocimiento en un entorno dominado por hombres.
Un cambio de rumbo político
Concha recibió inicialmente la llegada de la II República con entusiasmo, pero sus simpatías se trasladaron al bando franquista durante la Guerra Civil. Este cambio de postura y su apoyo al régimen franquista afectaron su legado, ya que, tras su muerte en 1955, el reconocimiento a su obra se difuminó entre la controversia política.
El olvido y el legado
En sus últimos años, Concha Espina perdió la vista, pero no dejó de escribir. Falleció en 1955 en Madrid, dejando una vasta obra que merece ser revisitada. A pesar de haber sido una de las figuras literarias más importantes de su tiempo, su nombre ha caído en un olvido injusto. Hoy, recuperar su memoria es un acto de justicia hacia una mujer que rompió barreras y demostró que el talento y la perseverancia podían superar los prejuicios de su época.
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