La Plaza de la Cebada: siglos de comercio, historia y curiosidades

En pleno corazón de Madrid, la Plaza de la Cebada es un lugar que respira historia por cada uno de sus rincones. Desde el siglo XVI, esta emblemática plaza ha sido escenario de comercio, tertulias, ferias y hasta episodios más sombríos de la ciudad. Con más de 500 años de vida, ha evolucionado desde ser un sencillo mercado al aire libre hasta el moderno edificio que conocemos hoy.

El origen de su nombre nos lleva al siglo XVI, cuando los agricultores de las afueras llegaban con sus carros cargados de cebada. Este cereal tenía dos destinos: alimentar a los caballos del regimiento del rey y ser vendido a los ciudadanos de Madrid. La cebada sobrante se utilizaba para hornear el llamado «pan de los pobres». Era un pan tosco, barato y poco sabroso, pero cumplía su función en una época donde la pobreza y el hambre no eran extraños.

La plaza pronto se convirtió en un punto neurálgico del comercio. Alrededor surgieron tabernas, fondas y hasta lugares de alquiler de carruajes. Este bullicio atrajo a tertulianos, curiosos y ociosos, convirtiendo la Cebada en uno de los mentideros más populares de Madrid durante los siglos XVII y XVIII. Allí, además de comprar y vender, se discutían las noticias más recientes, los cotilleos de la villa y los acontecimientos políticos del momento.

Ferias comerciales y arte

Durante el siglo XVIII, la plaza adquirió todavía más protagonismo al acoger las grandes ferias comerciales de Madrid. Buhoneros, vendedores de loza, comerciantes de telas y fabricantes de utensilios de cocina montaban sus tenderetes en lo que se convertía en un auténtico espectáculo de colores y sonidos. Estas ferias eran tan emblemáticas que inspiraron obras de arte como el lienzo La feria de Madrid en la Plaza de la Cebada, de Manuel de la Cruz, que se conserva en el Museo del Prado.

Incluso en objetos cotidianos como abanicos de la época encontramos reflejos de estas ferias. Uno de ellos, de 1760 y perteneciente a Patrimonio Nacional, muestra con todo detalle el bullicio de la plaza: los puestos, los paseantes, las compras y las charlas animadas. En una ciudad como Madrid, estas ferias no eran solo un evento comercial, sino también social, un lugar para ver y ser visto.

«Durante el siglo XVIII, la plaza adquirió todavía más protagonismo al acoger las grandes ferias comerciales de Madrid. Buhoneros, vendedores de loza, comerciantes de telas y fabricantes de utensilios de cocina montaban sus tenderetes en lo que se convertía en un auténtico espectáculo de colores y sonidos. Estas ferias eran tan emblemáticas que inspiraron obras de arte como el lienzo La feria de Madrid en la Plaza de la Cebada, de Manuel de la Cruz, que se conserva en el Museo del Prado.«

Una etapa oscura: el patíbulo de la plaza

El siglo XIX trajo cambios importantes, pero no todos positivos. Durante el primer tercio de este siglo, la Plaza de la Cebada albergó el patíbulo oficial de Madrid. Este macabro destino convirtió a la plaza en el escenario de numerosas ejecuciones públicas, entre ellas, la del general Rafael del Riego en 1823. Este militar liberal, conocido por su defensa de la Constitución de 1812, fue ajusticiado aquí tras el restablecimiento del absolutismo de Fernando VII.

El impacto de este evento fue tal que, durante un tiempo, la plaza fue rebautizada como Plaza de Riego. Sin embargo, el nombre original regresó, y con él, la vida comercial que siempre ha caracterizado este lugar.

La revolución del mercado

Con el paso de los años, las autoridades madrileñas se dieron cuenta de que los mercados al aire libre ya no eran suficientes para una ciudad en expansión. La falta de higiene, el caos de los puestos y la necesidad de modernizar las infraestructuras llevaron al Ayuntamiento a plantearse la construcción de mercados cubiertos.

En 1868, el arquitecto Mariano Calvo recibió el encargo de diseñar dos grandes mercados: uno en la Plaza de Mostenses y otro en la Cebada. El mercado de la Cebada se inspiró en Les Halles de París, que en aquel momento era el modelo a seguir en Europa.

La construcción comenzó en 1870 y fue todo un desafío. Primero, hubo que excavar un enorme sótano que serviría para el almacenaje de mercancías y la venta al por mayor. Esto llevó más de un año, pero permitió crear una base sólida para el edificio. El sótano contaba con rampas para facilitar el acceso de los carros cargados de productos, un detalle innovador en su época.

El edificio principal, de unos 6.000 metros cuadrados, se levantó sobre una sólida base de ladrillo y granito. Su estructura incluía 166 columnas de hierro forjado traídas directamente desde Londres. Con una altura máxima de 15 metros en su cúpula central, el mercado era un espectáculo arquitectónico.

En la planta baja se distribuyeron 425 puestos de venta al por menor, organizados para facilitar el tránsito de compradores. Además, se instalaron 12 fuentes de agua corriente para mejorar la higiene, algo que era prioritario en aquel momento. Sin embargo, la falta de refrigeración seguía siendo un problema. Por las noches, los comerciantes llevaban los productos sobrantes a lugares frescos de las calles, pero en verano esto no siempre era suficiente para evitar que se echaran a perder.

Inauguración real

El mercado fue inaugurado oficialmente el 11 de junio de 1875, cinco años después del inicio de las obras. El acto contó con la presencia del rey Alfonso XII, varios ministros y el alcalde de Madrid. Durante la visita, el rey recorrió los sótanos y los diferentes espacios del edificio, mostrando su interés por esta nueva infraestructura que prometía mejorar las condiciones de venta en la capital.

Para celebrar, se organizó un buffet a cargo de Lhardy, uno de los restaurantes más prestigiosos de la época. Además, el fotógrafo Jean Laurent capturó el evento, dejando un valioso testimonio visual de aquel día histórico.

Transformaciones y declive

Aunque el mercado fue un éxito inicial, con el tiempo se quedó pequeño para la creciente población de Madrid. A principios del siglo XX, se añadieron pabellones exteriores dedicados a la venta de frutas y verduras. Sin embargo, estos pabellones presentaron problemas estructurales desde el principio y fueron demolidos en la década de 1930.

El edificio original del mercado sobrevivió hasta 1956, cuando fue demolido para dar paso a un nuevo edificio más funcional, inaugurado en 1958. Aunque el diseño actual no tiene el encanto del original, el mercado sigue siendo un punto de referencia en el barrio.

Un lugar con alma

La Plaza de la Cebada ha cambiado mucho a lo largo de los siglos, pero siempre ha mantenido su esencia como espacio de encuentro y comercio. Desde los agricultores que vendían cebada en el siglo XVI hasta los modernos puestos del mercado actual, este rincón de Madrid ha sido testigo de la evolución de la ciudad y de la vida de sus habitantes.

Además, su ubicación estratégica ha hecho que sea un lugar clave para los madrileños, ya sea para hacer la compra, pasear o simplemente imaginar cómo era la vida en el pasado.

Y como bien dice el dicho, aunque de dudosa atribución a Lope de Vega: «Tres cosas tiene Madrid que no las tiene La Habana: el Palacio, el Retiro y la Plaza de la Cebada».

Porque, al final, pocos lugares en Madrid tienen tanta historia concentrada en un mismo sitio. ¿Qué nos deparará el futuro para esta plaza tan emblemática? Solo el tiempo lo dirá, pero mientras tanto, seguirá siendo un lugar donde el pasado y el presente se dan la mano.

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