También llamada Puerta del Dragón o de la Culebra, tenía esculpida en su parte superior una culebra o un dragón, pero popularmente se la llamó Puerta Cerrada dado que su estrechez y su doble recodo, servía de escondrijo a los ladrones y maleantes que allí se apostaban por la noches a robar a todo aquello que saliera o entrara, ya que los de fuera no podían ver a los de dentro y viceversa. Esta fue la causa por lo que la puerta permanecía cerrada la mayor parte del tiempo.
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Una vez derribada el nombre permaneció en el callejero para denominar la plaza que se formó donde había estado.
Fray Gabriel Téllez, por todos conocido como Tirso de Molina, le dedicó unos trazos de su pluma:
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«Como Madrid está sin cerca
a todo gusto da entrada,
nombre hay de Puerta Cerrada,
más pásala quien se acerca»
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El prolífico Lope de Vega no quiso ser menos e igualmente escribió unos versos a Puerta Cerrada:
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«¿Cuál es
una puerta que, cerrada
entran y salen, sin cuento,
cuantos quieren cada día?
La misma que en ese pueblo
llaman Puerta Cerrada».
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Y es que Madrid, queridos lectores, tiene una puerta que se llama Cerrada pero está tan abierta como todas y para todos los que quieran venir a visitarnos.
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