En nuestra nueva entrada del blog, amigos de MAD Experiencias, seguimos por la senda de los hechos misteriosos e inexplicados que, además, os mostramos en nuestro nuevo tour -muy pronto a vuestra disposición en nuestra web- Leyendas de lo Oculto, en el que visitamos los puntos de Madrid donde acontecen tan crípticos sucesos. Dicho esto, permaneced muy atentos porque hoy… ¡volvemos a lo enigmático!
Tabla de contenidos
El fenómeno
En el corazón de nuestra ciudad, en el Monasterio de la Encarnación, cada 27 de julio ocurre un fenómeno que desafía la lógica y sigue fascinando a miles de fieles y curiosos: la sangre de San Pantaleón, guardada en una pequeña ampolla, se licúa milagrosamente. Esta tradición, que se remonta a varios siglos atrás, es mucho más que una simple curiosidad; es un testimonio vivo de la fe, la historia y el misterio que rodea a una de las reliquias más veneradas de la capital española.
La llegada de la reliquia a Madrid
La historia de cómo la sangre de San Pantaleón llegó a Madrid está marcada por la devoción y los lazos familiares. Según la versión más aceptada, fue el papa Pablo V quien solicitó una pequeña porción de la sangre que se conservaba en la catedral de Ravello, Italia, y la donó al virrey de Nápoles, don Juan de Zúñiga. El virrey y su mujer, la condesa de Miranda, tenían una hija, doña Aldonza, que en 1616 profesó como monja en el Convento de la Encarnación de Agustinas Recoletas. Al ingresar al convento madrileño, doña Aldonza llevó consigo la ampolla como parte de su dote de novicia, un gesto que subrayaba la importancia espiritual de esta reliquia. Con el tiempo, Aldonza llegó a ser priora del convento, y la reliquia de la sangre de San Pantaleón se convirtió en un tesoro venerado, atrayendo la atención y devoción de los fieles de Madrid y más allá.
San Pantaleón: De médico a mártir
San Pantaleón fue un mártir cristiano del siglo IV, nacido en Nicomedia, en la actual Turquía, que con el tiempo se convertiría en uno de los santos galenos más venerados. Médico de profesión, su vida dio un giro decisivo cuando, bajo la influencia de un sacerdote llamado Hermolaus, abrazó el cristianismo. A partir de entonces, comenzó a realizar curaciones milagrosas en nombre de Cristo, lo que despertó la envidia y el recelo de sus colegas paganos. Denunciado por practicar la medicina sin invocar a los dioses tradicionales, San Pantaleón fue sometido a numerosas torturas durante la persecución de los cristianos ordenada por el emperador Diocleciano.
Según la tradición, sobrevivió milagrosamente a todos los intentos de matarlo, incluyendo ser arrojado al fuego y lanzado al mar con una piedra atada al cuello. Finalmente, fue decapitado en el año 305. Tras su muerte, sus seguidores recogieron su sangre en pequeños algodones, que luego guardaron en ampollas de cristal.
El martirio de San Pantaleón y los milagros atribuidos a su intercesión hicieron que su devoción se extendiera rápidamente por toda la cristiandad. Con el tiempo, las reliquias asociadas a su sangre comenzaron a ser veneradas, especialmente por su capacidad para licuarse, un fenómeno que fue observado por primera vez en Italia y luego en España.
El milagro de la licuefacción
Cada año, durante la festividad de San Pantaleón, el 27 de julio, algo extraordinario ocurre en el Real Monasterio de la Encarnación. La sangre del santo, que permanece en estado sólido y de color parduzco durante todo el año, empieza a licuarse lentamente, adquiriendo una tonalidad más brillante. Este fenómeno, conocido como licuefacción, es considerado por los fieles como un milagro y una señal de la presencia divina.
El milagro no solo ocurre en Madrid; en Ravello, Italia, donde se conserva la mayor cantidad de sangre del mártir, la misma transformación tiene lugar el mismo día, a la misma hora. A pesar de la distancia geográfica, las dos reliquias parecen estar conectadas de una manera que la ciencia aún no ha logrado explicar.
Cada año, durante la festividad de San Pantaleón, el 27 de julio, algo extraordinario ocurre en el Real Monasterio de la Encarnación.
La verificación del milagro
La Iglesia Católica, consciente de la importancia de verificar los milagros antes de proclamarlos, decidió investigar el fenómeno de la sangre licuada de San Pantaleón en el siglo XVIII. El 28 de enero de 1724, el arzobispo de Santiago de Compostela y juez ordinario inquisidor, Bartolomé Rajoy y Losada, inició un juicio para determinar la autenticidad del milagro. Durante siete años consecutivos, varios testigos ilustres observaron la licuefacción y dieron testimonio de su veracidad. Finalmente, el 30 de agosto de 1729, el milagro fue reconocido oficialmente por la Iglesia. En un manuscrito conservado en el convento, se recoge el testimonio del juez, quien afirmó haber visto la sangre líquida y fluida en repetidas ocasiones, antes de que se solidificara nuevamente tras la festividad.
“Su señoría, señor juez, declara y confiesa haberla visto líquida y fluida dicho día de San Pantaleón, veintisiete de julio, y después de su festividad condensada y dura, todo repetidas veces en el tiempo de diez años. Y conformándose con el parecer de los expresados teólogos, canonistas y médicos, lo tienen y veneran por prodigio y maravilla, alabando a dios Nuestro Señor por las obras sus santos”.
Ciencia y fe: un misterio sin resolver
Además de los estudios llevados a cabo por la Iglesia, a lo largo de los siglos, la licuefacción de la sangre de San Pantaleón ha sido objeto de numerosas investigaciones científicas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por encontrar una explicación racional, el fenómeno sigue siendo un misterio. La ciencia no ha logrado determinar qué causa este cambio en el estado de la sangre, lo que ha llevado a muchos a calificarlo de «milagro». Este misterio, lejos de desalentar la fe, ha atraído a más personas al Monasterio de la Encarnación, donde cada año cientos de devotos desafían las altas temperaturas del estío madrileño para ser testigos del milagro y pedir sus deseos al santo.
Además de los estudios llevados a cabo por la Iglesia, a lo largo de los siglos, la licuefacción de la sangre de San Pantaleón ha sido objeto de numerosas investigaciones científicas.
Hoy en día, la veneración a San Pantaleón sigue siendo una parte importante de la vida religiosa en la capital. La ampolla con su sangre se guarda con reverencia en el altar mayor del Monasterio de la Encarnación, donde los fieles acuden no solo a presenciar la licuefacción, sino también a besar la reliquia de uno de sus huesos, que también se conserva en el monasterio.
Buenos augurios… ¡o no!
Como curiosidad, la licuefacción puntual de la sangre, el 27 de julio, se considera un buen augurio, mientras que su demora o la ausencia de licuefacción a veces se interpreta como un mal presagio. A lo largo de la historia, se ha señalado que las pocas veces en que la sangre no cumplió con su rito anual coincidieron con grandes catástrofes, como es el caso del inicio de las dos guerras mundiales.
Pero tranquilos, amigos de MAD Experiencias, que este año la sangre del santo se licuó puntualmente en su festividad, lo que nos invita a esperar buenos pronósticos para los meses venideros. Como veis, la historia de San Pantaleón y su sangre es, sin duda, una de las más fascinantes que Madrid tiene para ofrecer.
Jaime de Oro
Historiador y periodista